'Él. . .López'
Esta es mi segunda novela publica. Ha sido presentada en sociedad el 24 de noviembre de 2012 en el "Rinconcito Alfonsina Storni" del 'Teatro Bastión del Carmen' de la ciudad de Colonia del Sacramento, en ocasión de la entrega de premios del Primer Concurso Departamental Dr. Carlos Martínez Moreno. La misma estuvo a cargo de la Prof. y Mtra Sra. Teresa Campelo de larga trayectoria como docente y directora de Secundaria en nuestro Departamento. Se reunieron escritores de once de las catorce ciudades del Departamento de Colonia.
Junto a mí presentó su novela 'Matar a López' el escritor sanducero (Paysandú,Uruguay) Sr.
Mario Sarabí, artista de relevancia en el país. A todos ellos Gracias!!
Análisis de novela de
Horacio Santana “Él. . ., López
TERESA CAMPELO 24-11-12
ÉL . . .LÓPEZ
ES UNA NOVELA CUYO AUTOR, HORACIO SANTANA, TIENE EL DOBLE O TRIPLE
MÉRITO DE SER EL CREADOR FICCIONAL, PERO TAMBIEN ES QUIEN ESTRUCTURA
NOVEDOSAMENTE SU CREACIÓN Y AHÍ NO SE DETIENE PUES ES UNA “EDICION ARTESANAL E
INDEPENDIENTE”, CUYO ARTESANO ES TAMBIÉN HORACIO. POCAS VECES SE DAN TODOS
ESTOS ASPECTOS UNIDOS EN EL ESCRITOR XCE
UNA OBRA, POR TODO ELLO FELICITO SINCERAMENTE A SU CREADOR. LA TAPA, EN RÚSTICA, TIENE UN DISEÑO PERSONAL
CALRO Y SENCILLO, QUE SE REITERA COMO EN UN ESPOEJO, A TRAVES DE UNA LÍNEA QUE
DIVIDE EN DOS LA TAPA, LA CONTRATAPA Y EL NOMBRE MISMO DE LA NOVELA, TAL VEZ
INTENTANDO SEPARAR Y UNIR A LA VEZ LA FICCIÓN CON LA REALIDAD, EL PASADO CON EL
PRESENTE, EL DOLOR CON EL AMOR, LA MUERTE QUE TODO LO ANIQUILA CON LA VIDA
VIGOROSA TRIUNFANTE QUE SE IMPONE. COMO
PARATEXTO LEEMOS EN LA PAG. 1 LA SIGUIENTE REFLEXIÓN :
“EL TRANSCURSO DEL TIEMPO QUISO
DETENERTE. LA SENSATEZ, ABOLIÓ LA
PRETENCIOSA HISTORIA DE MUERTE Y
TRAICIÓN LAS
ALMAS NO SE ACALLAN CON SOBREPESO ENCIMA"
COMO SEGUNDO PARATEXTO EN LA PAGINA 2 LEEMOS LOS DATOS DE DIAGRAMACIÓN
REALIZADOS POR GABINO SANTANA (SU HIJO) Y LA INSCRIPCION LEGAL CORRESPONDIENTE.
EN
LA PAGINA 3, OTRO PARATEXTO QUE ES UNA REFLEXIÓN DE ELEUTERIO FERNANDEZ
HUIDOBRO DEL 5-12-2006: “.
. . LA REALIDAD ES MÁS RICA QUE LA FRONDOSA IMAGINACIÓN DEL HOMBRE. . .”
COMIENZA LA NOVELA CON UNA ESCENA DOLOROSA, CRUEL QUE NOS UBICA EN
TIEMPO DE LA RECIENTE DICTADURA; Y MUESTRA A SERES CRUELES, TOTURADORES Y A
QUIENES SUFREN: SUS VICTIMAS. LA SIGUIENTE ESCENA NOS ALEJA RETROCIENDO EN EL
TIEMPO PARA MOSTRARNOS LA OTRA FACETA DE LA NARRACIÓN: EL AMOR; DE LA PAREJA,
EL AMOR AL HIJO, A LOS PADRES, A LOS ABUELOS, AL VIDA QUE SE SOBREPONE EMERGIENDO A LO LARGO DE LA
NOVELA, A LAS MAS TERRIBLES SITUACIONES. Y NO SOLO EL AMOR DENTRO DEL NÚCLEO
FAMILIAR; EL AMOR A LA JUSTICIA, A SUS SEMEJANTES, A LA PATRIA. . .
MARGARITA-AMARANTO, DEJAN ESA HUELLA DE AMOR Y MUERTE, PARA UN HIJO QUE NO CONOCERÁN. Y
TRANSITAMOS UNA LECTURA QUE NOS ATRAPA, NOS DUELE Y NOS RECONFORTA, EN
UN LOGRADO EQUILIBRIO. LA ESTRUCTURA DE LA NOVELA ESTÁ BASADA, AL PRINCIPIO, EN
FRAGMENTOS IDENTIFICADOS POR FECHAS. COMIENZA EL
25 DE OCTUBRE DE 1966
3 DE
DICIEMBRE DE 1967
24 DE AGOSTO DE
1968
LUEGO 1985, 1988, (MISIONES); 1989 PARA LUEGO
UTILIZAR COMO NOMBRE DE LOS FRAGMENTOS LA PRIMERA PALABRA DE CADA ETAPA
NARRATIVA. LA ULTIMA FECHA DETERMINARÁ LA PERIPECIA, ES DECIR EL CAMBIO QUE SE
PRODUCE EN LO NARRADO PARA ACERCARNOS ASÍ A UN DESENLACE QUE NO SORPRENDE AL LECTOR, PUES EL NARRADOR HA DADO
PAUTAS MUY CLARAS DE LO QUE FINALMENTE CONOCERÁN LOS PERSONAJES FICCIONALES.
PERO SERÁ EL AUTOR QUIEN COMPLETARÁ ESTA BREVE INTRODUCCIÓN QUE LES PRESENTÉ.
Breve reseña del autor en la poresentación de su novela en la Universidad Uneac en la Provincia de Holguín República de Cuba
Una novela corta. Traté de demostrar la verdad aunque revelada,
de quienes supieron entregarse a la vida por la causa de imaginar un mundo de
amor. Nuestros desaparecidos y sus hijos y nietos los luchadores de hoy
día. Este libro, como ven, posee
tapa y contratapa diagramada por mí. Traté de utilizar la forma de huesos y cabeza humana para asemejar a nuestra Latinoamérica
en posiciones tal vez fetales. Tal vez
como lo denuncia mi escritura “huesos encontrados en tierra americana, como NN,
o simplemente desparramados en fondos de cuarteles”. Por momentos apretada de situaciones verosímiles que no dejaban ver
la realidad. Dentro se ven los datos de Depósito Legal y Derechos de Autor, que
en mi país, se autentican en la Biblioteca Nacional. Está realizado
íntegramente junto a mi esposa, ella ha realizado cursos de encuadernación y
entre ambos realizamos la tarea de que mis ediciones sean artesanales e
independientes. He confeccionado otras
ediciones por medio de Imprentas o Editoriales, pero no es este el caso. El
título, “epónimo” representa la titularidad del personaje. Nunca en el
argumento general de la obra dejo de
encontrar la trama, la persigo y no exteriorizo puntos de vistas de
focalización del relato y su modo. Capítulos cortos muestran como una pareja
joven y amorosa, él, hijo de un general
del ejército de mi país, de izquierda y que muere por su patria, mientras estudian
universitariamente y militan por el bienestar de su pueblo son torturados por
la dictadura y mueren. Dejan un hijo que sistemáticamente el Plan Cóndor
iniciado en Chile y que sobrevoló nuestros países carroñándonos, lo depositan
en Santiago. Una plaza pública lo denuncia. Los mensajeros del horror lo llevan a Buenos Aires y
allí comienza su periplo junto a sus padres adoptivos, violadores de derechos
humanos y ética pública. Se recibe de antropólogo y Madres de Plaza de mayo lo
restituyen a su abuela biológica en
Montevideo. Llega a ver como los torturadores de sus padres son encarcelados
por la justicia uruguaya. Un narrador omnisciente, siente, piensa, analiza y
temporaliza el tiempo cronológico y geográfico en un vasto cuadro de la vida
humana. Viajes de un país a otro con ideas nefastas para la humanidad, pero con
otros seres, los nuestros, aquellos que dejan vivo como se debe vivir con amor.
Crea tensiones, toca la subconciencia de sus criaturas con clarividencia, a
este narrador no le son ajenas pesadillas, delirios, tendencias hereditarias,
oscuros instintos, y claros pensamientos de por qué piensan y se sienten así
sus personajes históricos y vivientes de esta historia real y valedera para
generaciones posteriores.
Mucha Gracias ¡!
Mario Sarabí Teresa Campelo Horacio Santana
Horacio Santana Novela
Él. . .López
El
transcurso del tiempo quiso detenerte. La sensatez, abolió la pretenciosa
historia de muerte y traición.
Colonia
del Sacramento
Edición
Artesanal e Independiente
Para la presente edición
Diagramación total Gabino Santana
Diagramación de tapa Gabino Santana
Copyright Horacio Santana Él. . . López
Inscripto Biblioteca Nacional Lº 30 Fº 347a
Impresión Artesanal e Independiente
Depósito Legal N° 15315
Tel. 45224096
Email: lastejas@hotmail.com
“. . .la realidad, es más rica que la frondosa imaginación
del hombre. . .”
Eleuterio Fernández
Huidobro
5-12-2006
Canal
TVEO Sodre
Uruguay
(. . .)
- ¡Reacciona,
hijo de puta! - Lacónico y tirano el
grito del médico deshollina paredes que no se habían pintado por años. No había
tiempo para ello. Tampoco lo habría por muchos años más.
- ¡Déjenlo
morir en paz!- Con aullidos, detrás de la pared de hilo arrugado, que los
separaba, su esposa rompía en guerra intransigente contra el médico que
arremetía con sustancias dentro del cuerpo de Amaranto.
Ella sobrellevaba
dolores sublimes del estado inconsciente, que consciente e instantáneamente
vivía.
Tirados ambos y sus
compañeros por docenas sobres camastros, deshacían días, horas, sueños,
ensueños, dolores. . ., eran dominados por torturas. Ya casi expiraban, pero la
vida es dura, métrica, dantesca, era verdaderamente recordatorio de últimos
bocados de aire y el limbo mental los sustraía. . .
25 de octubre de
1966
-
Margarita. ¿Estaremos en
condiciones de seguir nuestros estudios?
-
Son años difíciles los venideros.
-
Sí, papá está por ascender a
General de la División
de Ejercito III, conduce a sus subordinados de una manera muy peculiar.
-
Estimo Amaranto que, si tu padre
se juega por una coalición de izquierda reflexionando sobre el eje temático y
las disposiciones que legó nuestro prócer, nosotros desde nuestros lugares
sociales, tú en Licenciatura sobre Antropología y yo en Ciencias Sociales,
Abogacía, lucharemos de la mejor manera dentro del Movimiento al que fuimos
reclutados a trabajar.
Ambos
tomando un café con medias lunas en un bar de Mercedes y Olimar, entreverados
entre olor a alcoholes de grapas uruguayas no muy bien destiladas en los
alambiques de cobres que mal graduaron orujos y aguas azucaradas y olor de
cafés colombianos que por entonces estaban de moda, molidos a la vista; aún no
sabían que expondrían sus vidas en
Montevideo.
El
Movimiento Revolucionario Oriental había nacido un poco con ellos. Otros actores jóvenes, no descreían tampoco
de la lucha revolucionaria que se estaba gestando. En principio sobre papeles estudiados
detalladamente y mas tarde sobre acontecimientos posteriores en los que
empuñarían hasta las armas en forma defensiva, que era la forma de utilizarse,
según el legado de la organización.
( . . . )
-
Mátenme hijos de puta. ¿En dónde estoy? ¿Qué hago? ¿Qué haces dolor. .
.? Yo seré. . . ¡Qué estúpidos. . .!
Híncale más milico perro, que tu
picana es muy superficial para mi endurecido cuero. . . ¿Ya has pasado
líquido infernal, pretendidamente quemante de ideas. . .? Sí, soy yo. No otro.
Mi movimiento serpenteante es lo que hay delante de ti, de tu genocida
presidente. El Movimiento por ahora es el aire, moléculas trashumadas de
colores, chocantes, que se posan dentro de mis pulmones y purifican el aire de
mi república. Las venas hinchan y no deshinchan. ¡Padre prosigue tu lucha!
¡Despiértame! ¡No aflojes Amaranto, te lo pido yo mismo, por mí mismo, por la
integridad Oriental!
25 de octubre de
1966
-
Sí Margarita, creo que es el lugar
de trabajo - El humo del café impregnaba
el lugar, penetraba en los ojos. Sus manos entrelazadas a la altura de las
cabezas y apoyadas en los codos, demostraban a un veterano sentado sobre un
taburete del bar, que Amaranto y Margarita se amaban en la profundidad del ser
sexual de cada uno de ellos. Mientras tanto las hojas de los árboles recién
brotadas y con empuje desprendían la primavera y les golpeaban el vidrio como
queriendo entrar - Me duelen las piernas. Estas cuadras desde Facultad me
agotan, pero me devuelven el sentir de la sangre oriental dentro de mí, cuando
nos reunimos aquí.
-
¿Dentro del gremio, crees que
podremos reclutar a alguien para nuestra célula? - Preguntaba ella, mientras
otro, sentado en un taburete, sorbía un trago de vino tinto que le teñía
momentáneamente el bigote amarillo blancuzco con vetusto olor a tabaco. Luego,
dormitaba recostado al mostrador de mármol. El mozo charlaba de la situación
del país con el dueño gallego que hervía huevos para dejarlos duros.
-
Alfredo, Alfredo es la persona
indicada. Él estudia fervorosamente sociología, es inteligente y va de frente.
En nuestro sector debemos de golpear duro contra este sistema perverso,
demoníaco, que se encuentra en el gobierno.
Hablaré con él en Facultad, estimo que de acuerdo a sus estudios sabrá
entender nuestro sistema y a que pretendemos arribar
Amaranto
cambió de asiento. Junto a ella, miró el lugar anterior ahora vacío, apoyó
primeramente la cabeza en el vidrio, se acercó, posó sus dedos calientes sobre
la frente de ella y recorrió con sagacidad amorosa las mejillas. Entonces, los
labios de Margarita mordieron los de él con fruición. Los ojos celestes y
marrones se perdieron dentro de una fogata de sudor y semblanza pasionaria. El
ventilador de hierro como armadura terrible y dura, sin embargo les aireaba la
situación.
-
Estaremos en condiciones de lucha,
cuando el
reclutamiento
sea efervescente. Cuando el sistema celular corrija cuadernos mal redactados
por los políticos al servicio de Estados Unidos, habiendo ganado la lucha.
-
Sí amor. ¿Piensas que podremos ir
a nuestro frente de
batalla
hoy? - Decididamente ella, enredó sus dedos
finos,
delicados, en el pelo de Amaranto mientras el
vidrio
también enfriaba su nuca.
El
momento invitaba a ambos para ascender tres escalones del ómnibus número cinco
con destino a Manga. Los dejaría a unas cuadras del norte montevideano. Casi
escondidos detrás del Hipódromo de Maroñas, muy cerca de Avenida Cuchilla
Grande, poseían entre los más desposeídos una pequeña habitación de bloques de
hormigón, sin revocar y techo de zinc.
Ellos y las humedades penetraban las tardes, las noches y mañanas. De
allí surgían estudios casi terminados, besos que circunvalaban desde zonas
oscuras a senos febriles, desde dedos calmando dolores inguinales y acompañando
erecciones súbitas por horas, a semen desparramado en partes interiores y
exteriores ya mordisqueadas sobre muslos cansados. Allí dentro, el olor a guiso
oriental, carrero, calmaba por instantes el hambre y devolvía energía para
desatar un nuevo amor instantáneo, un amor de pareja joven. Pareja prometedora
de estudios sociales orientales. Desde lo sepultado en nuestras tierras hasta
los discursos defensores de derechos individuales. Así como la lucha armada, de
armas defensivas, en salvaguarda de nuestra orientalidad. Todo se daba allí. La
ventana cuadriculada de vidrios avisores delataba los movimientos del Batallón de
Caballería, que por ella se dejaba ver.
Cuatro tablas oficiaban de estantería para libros de antropología,
sociología, demografía, historia mal contada y de la extraída de diarios
latifundistas y expedicionarios. También la verdadera, la que nuestro máximo
General José Artigas, veía para el futuro oriental. Así como Códigos
Tributarios, de Comercio, Civiles, todos eran mudos testigos y pacientes
espectadores del arribo de Amaranto y Margarita en sus estudios universitarios.
Porque
amor y sabiduría confeccionan la patria.
( . . . )
-
¡Amaranto! ¡No te vayas a morir!
¡No por favor! - Suave
y
dulce, firme y gritona, con sus finos
dedos, la abogada
rasguñaba
las telas de lienzo de separación en aquel
terrible
hospital de sangre.
-
¡Ven conmigo señor! ¡Apiádate!
¡Este soy yo. . .
Amaranto!
¡No aflojes carajo! No emitas juicio
Amaranto.
¡Es un orden oriental! Prosigue callado. . .
No
emitas palabra. . . ¡Tus palabras, pueden perjudicar al
pueblo
oriental!
-
Sigues callado hijo de puta.
¡Enfermero! ¡Hágalo
reaccionar.
. .! - Se dio vuelta al irse, demostrando fiereza hasta con su túnica desvencijada
y de perfil profirió gritos: - ¡Éste no emite palabra, pero qué le pasa. . .!
¡Párenlo! ¡Después. . ., inmersión!
-
Doctor, pero es que hace cuatro
días que está boca abajo y con sus
piernas hacia arriba. Sólo emite gritos desesperados diciendo que no va hablar.
Desde que fue hallado hace un mes, de acuerdo a sus indicaciones ha comido en
cuatro oportunidades y después. . .
-
¡Después que. . .!
-
Sólo suero, doctor. . . en los
momentos que lo permite, si no se lo arranca.
Se
retiraba detrás de la orden genocida, cuando escuchó al detenido.
-
Aguanta subconsciente. Estoy vivo
y eso es un privilegio de oriental bien
parido. No existe sufrimiento.
¡Escucha
subconsciente! ¡Subconsciente de
Amaranto:
Tus torturadores están de orgía, están
felices.
Mírame a la cara y dime: ¡Aguanta
hermano
Amaranto! Y yo te diré: ¡No sé hasta
cuándo
subconsciente!
Y
te diré también: ¡. . . estoy en el limbo. . ., estoy subconsciente. . .!
Volvió,
su asquerosa túnica tapó el rostro del muchacho, escupió hacia un costado y le
incriminó:
-
¡Párate hijo de puta!
-
¿Dónde? - Preguntó el
inconsciente.
-
Ahí en el patio
-
Hay sol. . . - Palabras huecas,
casi dormidas fueron emitidas por Amaranto
-
¡Te voy a refrescar con agua de
sal!
-
No sé. . .
-
¡A ver enfermero!
-
Sí, doctor. . .
-
¡Doctor Coronel!, Llévatelo al
patio. ¿Y esta cretina de la cama 25. . ., averigua?
-
Es la mujer del que mandó de plantón. Del de la cama 20,
señor.
-
¿Estás consciente conchuda?
-
¡Sí! - Enfática, ruda, consciente,
hembra, original, quieta, no dejó amedrentarse. . .
-
Encapúchala bien y ponla en el
otro frente. ¡Entendiste, enfermero!
-
Sí, doctor - El médico torturador
se retiró del ambiente y el enfermero oye.
-
Voy sola.
-
¡No me comprometas, ponte la
capucha!
-
¿Y el suero? - Aunque fuerte un
dejo de resignación trasmitió la personalidad de Margarita.
-
Ya te lo saco
Sabía
lo que era esperar. . .
3 de diciembre de 1967
-
¿Amor, estás aquí. . .?
-
Sí querida, en el baño - Gritó
Amaranto. Su pequeña habitación, ya poseía un espacio de un metro veinte por un
metro donde realizar sus necesidades y bañarse. Cuando habían ingresado, sólo
poseían la pieza para dormir. Un antiguo tanque galvanizado para quince litros
de agua caliente y una roseta que se abría con una piola, era la ducha.
-
Sabes Amaranto, hace ya dos meses
que no menstruo.
-
Me embarga la alegría mi amor -
Respondió él.
-
Sí, vengo de la Sede del Movimiento
Revolucionario Oriental. Conversando con Claudia que dio su examen final de
medicina ayer y cree que aprobó, casualmente la pregunta final a defender fue,
sobre las condiciones en que queda el sistema hormonal femenino en los momentos
posteriores a la fecundización.
-
¿Allí te enteraste? - La abrazó,
la besó, sus manos recorrieron una y otra vez los vellos pubianos de Margarita
y se echaron sobre la cama - Entonces seremos tres veces felices, los dos casi
recibidos, nuestra República Oriental victoriosa socialmente y nosotros,
orgullosos de nuestro embrión oriental.
-
Sí mi amor - Mientras ella
insertaba sus manos, aún pegajosas de sudor apretado, adquirido en los ómnibus,
en los cueros de asientos y los depositaba sobre el cuerpo desnudo de su
compañero recién bañado, proseguía diciendo - Cuando Claudia, me habló de su
examen, recapacité y le pedí consejos. Me dijo que fuera a consultar con la
compañera y Ginecóloga Dra. Benítez, militante de aquí muy cerca, el Barrio de
Manga. Hablé con ella por teléfono y solícitamente me comenzará a atender en su
domicilio.
-
Con nuestro futuro hijo mi amor,
trabajo social, estudios. ¡Ay Margarita, Margarita, cuánta felicidad! Estar en
tantos frentes de batalla a la vez y que todo va surgiendo bien - El
compañerismo matrimonial, militante, exuberante y parsimonioso, permitía el
crecimiento del futuro oriental.
Esta
vez un puchero criollo, levantó vitaminas de madre y padre. Dos días más tarde,
Margarita comenzó a atenderse con la doctora Benítez. Fueron ambos. La
compañera militante dio las primeras indicaciones y a la salida caminaron
felices las calles de Maroñas. Se encerraron, el olor a humedad no los
perjudicaba. Estudiaron sus últimos exámenes, mientras la ventana de vidrios
cuadriculados seguía delatando al Cuartel de Caballería.
A
la tarde del otro día, en la casa paterna de Amaranto, el futuro General del
Estado Oriental y fundador del nuevo partido político de la nación Amplia
Mayoría. Lisandro López, recibía a su
hijo, su nuera y su futuro nieto. Fue un momento de mucha distensión familiar,
de armonía, paz y reflexiones hacia la patria.
-
Coronel no creo justo, pero sí
necesario, anteponer un estado de ánimo que, fluye en algunos rincones
orientales de mi cuerpo. Ahora con nuestro hijo dentro de mí, en pleno
desarrollo y crianza, se retuercen temores, contradicciones, que como ser
humano podremos fingir, aunque sólo en parte. Se hace imprescindible preguntar
en este momento si: ¿Podemos dialogar sobre la objetividad de formas? - El
Coronel escuchaba a su nuera con formalidad militar. Suponía las preguntas de Margarita. Él, como viejo
conocedor del ambiente político miraba la muchacha, como hija, nuera,
militante, en su cerebro sostenía que ella hablaría respecto del pueblo, de
progreso, de cambio de situación, de la justicia social. . . - ¿Coronel, siente
corresponsabilidad entre su lucha interna y la nuestra como movimiento social?
¿Si así fuera entonces, cuando logremos el triunfo, no habrá sido en vano haber
dejado atrás a mis familiares, a mi pretérita memoria de vida y será orgulloso
el futuro en que, se reproducirá la historia de José Gervasio Artigas, de su
Artigas, por el que usted se formó en su carrera militar?
-
Sí querida, debo decirte que tu
breve narración de preguntas, concuerda fielmente con mi pensamiento, el de mi
hijo y de nuestra familia. Han crecido los momentos de lucha intensa dentro de
mí y algunos oficiales superiores, creemos en la posibilidad de cambio. Jamás discuto
el contenido de la propuesta nacional, tampoco atribuyo a alguien por falta de
conocimiento el infortunio por la que pasa la masa social oriental. Entonces,
nos hemos propuesto no ocultar nuestro dolor interior por los más jóvenes, los
marginados. Vivamente y sin enojos, desde que emprendí la retirada de mi pueblo
natal en Tacuarembó para iniciar el Liceo Militar, un matiz de causalidad y
apreciativo para con mis gobernantes de turno y mis superiores, han conformado
en mí un carácter de confesión muy marcado. Los pequeños momentos de desazón,
han sido cambiados por ilusiones para
comenzar a estar junto a ustedes, de saberlos fuertes al calor del
pueblo. No temas. Tu hijo vendrá a ser el nieto presentido hace años y el ser
donde residirá vuestro sacrificio, el de nuestra familia, el de la tuya por que
no, será el nieto enrostrado de claridad para las futuras generaciones - Ella y
Amaranto, se miraron y estrecharon en un abrazo a Lisandro López, mientras
tanto él proseguía: - Ustedes firmes en sus acciones, no pueden ni deben dejar
de entender que este es un año clave para el pueblo oriental. Presiento que el
actual gobierno terminará siendo un declarado enemigo y que nos están mirando
de soslayo a algunos militares como renegados milicianos. ¡No olviden nunca,
nuestra conducta se transformará en norma cuando, aprendamos a reconocer
rigurosamente a los contrarios como tales. Así quedará consolidado nuestro polo
de unidad. Hoy estamos con esmero y valentía transformando la historia, por qué
hasta hoy día, los filósofos de la Historia Oriental , nos han mostrado pequeños
“encuentros”, “episodios”, “asaltos”, “batallas”, desde sus folletines, han
dejado de lado los copiosos derramamientos de sangre. Debemos de ser justamente
nosotros, maestros, investigadores honrados, técnicos y el pueblo, quienes
conservemos métodos de pureza. Estudios de los medios verdaderos, auténticos,
son nuestra tradición desde sus orígenes. Debemos retornar a nuestra
nacionalidad Charrúa, esa demostrada raza participante de la formación de este
suelo patrio, esos conductores naturales de gesto adusto y serio pero, con
cualidades innatas extraídas desde el tala, el coronilla, el molle, el cielo,
el puma, el yaguareté, el ñandú y la naturaleza toda, desde su aprendizaje,
debe de conformase el nuestro - Miró a los casi profesionales y padres y
concluyó diciendo: - Debemos sentir respeto por la verdad, su carácter único y
futuro devenir. Los grandes hombres deben ser mirados por la sangre, por el
espíritu, por su educación. Se trata esta de una tarea muy seria, quizá. . .,
algo trágica - Dándose vuelta, besó a Amaranto, estrechó en un abrazo a
Margarita contra su pecho, luego tomó asiento en el sillón giratorio de su
despacho contiguo al living, dio medio giro
y miró detrás de él, en suspenso la biblioteca. . .
Amaranto
concibió una mueca que se adentró en el ser de Margarita. Se paró, acercándose
a ella le acarició el vientre, sonriendo y con ojos penetrantes, aunque dulces,
como hijo oriental, fiel y caro a sus sentimientos, rozó la mejilla de su compañera,
íntegra, fuerte, capaz, la besó en los labios
finos.
. .Muchas veces habían excitado sus nervios dentro de la sociedad inacabada,
opresiva, repelente. Aunque la consideraban como un curso lúdico, con el pueblo
dentro del juego, sabían que quien se escindía provocaba eso: “Que te miraran
como estudiantes de escuelas selectivas”, sin entender que eran profesionales
de profunda seriedad. No les importaba esto, aunque lo sentían dentro de sí. Lo
que también sentían era que una nueva historia acaba de empezar, estará con
plenitud terminada cuando dolorosamente la amargura de los sucesos por venir,
sepan ser superados.
Pidieron
disculpas, miraron el reloj de ella, se excusaron de tener una reunión con sus
compañeros y se retiraron después de besar a la madre de Amaranto. Deseándoles
ella, buena suerte en el cuidado de los tres.
Ellos,
no visitaban muy a menudo a sus padres.
( . . . )
-
¡Plantón, te dije. Hincado, NO!
-
¡Denme agua! - Suplicaba Amaranto
-
¡Cómo no! Denle agua - Ordenó el
médico, mientras después de dos días la posición de su esqueleto era ya la de
un viejo. Inclinado sobre sus huesos, atravesado por los rayos de sol oblicuos,
así estaba incidiendo su persona sobre el pedazo de tierra que estaba dispuesta
a acogerlo para que no sufra más.
-
¡Toma, cretino! - Ésta última
orden levantó espiritualmente a Amaranto que oyó de boca del enfermero, una
pronunciación seca, pero a la vez débil, como codificándole el subconsciente
nuevamente, como reforzándolo. Demostrativamente en su intimidad, un patio
arrebatado de seres semidesnudos, medio muertos, esclavos de un médico atroz,
conocedor de los límites infrahumanos, los recibía a veces frío, otras tibio,
caliente. . . - ¡Bébela, te ordenó el médico! Acercó el recipiente a los labios
y un trago salado descendió desde su lengua hasta su estómago. El dolor
hiriente de los labios, el sudor interior, el sufrimiento ondulante del esófago
terminó enmoheciendo la flora intestinal hasta secarla intransigentemente.
-
¡La puta que los parió, milicos
paridos de las entrañas en llaga de sus madres putas! - Concluyó. Concluyó por
qué el médico también sabía pegar. Asestó terrible mandoble en le plexo solar
del indefenso, atado y maltratado hijo del Coronel Lisandro López.
-
¡No le peguen! Eran las palabras
incandescentes pero apagadas de Margarita. Ondas de voces sueltas, dóciles, que
ella transmutaba en amor, amor luchador hacia los demás, las que se percibían,
desde casi cincuenta metros.
-
Tráemela para acá, enfermero -
Sacó el tirano de lo que parecía ser una vieja morgue, una camilla amplia. La
llevó a su oficina, unos metros más allá. El enfermero aturdió por los gritos
de Margarita. A empujones, la depositó en un rincón del lugar. El médico
torturador, comenzó con frases dulces, enternecedoras. Se sentía seguro. Los
guardias que no eran sólo hombres, pasaban a unos veinte metros de distancia,
entretenidos en mirar el hacinamiento exterior. Faltaba cuidar el instinto del
criminal.
-
¿Dónde estoy? - La capucha
debilitó aún más la voz punzante y suave de la muchacha
-
¡Aquí mi amor. Quiero escuchar tu
voz plena, limpia! -Y le sacó la capucha. Ella comenzó su gritería sollozante.
Pero impunemente, amordazó a Margarita. - ¡Tengo necesidades! - Ató sus manos
que hubieran cometido un tajo rajante en su rostro. Ella se estremecía,
inclinaba su mentón hacia uno y otro lado, como negando la situación. De pronto
el dueño de la escena de los minutos atroces, desprendió su chaqueta, las
sucias manos se movieron con una soltura degradante y luego de que, desde la
bragueta un botón cayera al suelo, tomó su sexo, que había quedado al
descubierto y se lo mostró impunemente. Hizo a un costado la túnica gris
mugrienta y de un manotazo como estaba acostumbrado, bajó velozmente el
pantalón de la muchacha. Con su cretina gallardía, penetró a la indefensa
mujer. Ella se tensaba, pretendía erguirse, pero él triunfal, con un sudor jorobado
e inundado de sarcasmo militar había terminado casi ya su tarea. Ella, con la
luz azulada que le daba en pleno rostro, nunca cerró los ojos, por ellos
corrían lágrimas duras, recorría paredes y con el pensamiento cortaba de un
cuchillazo el cilindro carnoso que estaba erguido como una piedra casi torcida.
De su lado cuando él se vistió, bajó de la mesa mortuoria a la muchacha y se la
entregó pronta nuevamente al enfermero para que siguiera de plantón en el
patio.
24 de agosto de
1968
-
Estos dolores. . .Amaranto
ven, mira en el inodoro, expulsé algo
dentro de mí.
-
Sí, amor es el tapón mucoso.
-
Debemos de ir a casa de la doctora
Delia.
El
vientre de Margarita estaba besado
interiormente. Su hijo la acariciaba, posaba las yemas de sus dedos impregnadas
de huellas digitales acunadas en entrañas maternas, durante nueve meses. Las
últimas proteínas eran absorbidas por Abel, que desde dentro empujaba su ser
existencial, nuevo. Estos habían tensado el cordón umbilical. La placenta
despegaba centímetro a centímetro la vida misma. Una vida oriental, que pedía a
llanto y risa su libertad exterior un veinticinco de agosto de mil novecientos
sesenta y ocho.
-
Jadea hija. ¡Puja! Contiene tu
respiración que Abel está aquí en mis manos. ¡Respira hondo! Uno. . ., dos. .
.,
tres.
. . Empuja, exhala lentamente aire - Dulcemente la Dra. Delia Benítez
controlaba a la primeriza en su clínica domiciliaria de la curva de Maroñas.
-
¡Ay, los dolores! Son tremendos.
Las contracciones
Delia.
Son muy fuertes arrítmicas.
-
Siente mi mano, amor. Deja fluir
tu hijo sin desesperarte. Cobíjalo entre tus piernas, mécelo de aquí para allá,
ayúdalo y el devenir de Abel será promisorio.
Con
fuerza y amor alentaba Amaranto a Margarita, mientras secaba con un algodón humedecido los labios de su
luchadora compañera y apoyaba los suyos en la frente de la parturienta.
-
Vamos a intentarlo de nuevo.
Sopla. Aspira.
Profundamente.
¡Exhala rítmicamente! Haz fuerza con tu abdomen hacia abajo. ¡Vamos princesa!
¡Fuerza!
Uno.
. ., dos. . ., tres. . . Ya viene corazón. Allí está. ¡Aquí entre mis manos, su
cabecita arrullada de amor! Ya está. Última vez. . . ¡Uno. . ., dos. . ., tres.
. .!
-
¡No aguanto más Delia!
-
¡Fuerza cariño! Nuestro hijo
respira ya el aire, oxigena sólo, es hermoso. . .
-
Sí, ya está conmigo. Veamos
cortemos aquí. Golpéalo un poquito en su colita enfermera, para que llore. Eso
es, bien. . . ¡Muy bien Abel!
-
Si, pero yo no doy más. ¡Estoy
extenuada!
-
Ya. Ya. Te pido la última ayuda.
El último pujo, la placenta está perfecta y todo salió de maravillas. Cómo
esperábamos. ¿Verdad, papá? ¿Cómo si supiéramos?
Margarita
esbozó una sonrisa. Se dormitó. Abel fue lavado por la enfermera. Amaranto se
distendió y durante dos noches tuvo que dormir allí en la clínica. Delia intuyó
que había realizado un parto para una trayectoria de miradas especiales, de
fragor humano. Estando junto al abuelo de Abel, finas virutas de tiempo iban a
transcurrir. El General Lisandro López y su familia, aún no sabía la noticia. .
.
Margarita
y Amaranto solían pasar días sin ir a la casa de ellos. Lisandro, ese criollo
oriental, transportaba sobre sí ideales comunes a Delia que proseguirían caminos de orientalidad. Después de
recuperarse, llevaron a Abel a casa de sus abuelos. El patio pareció
estremecerse, el ovejero alemán grabó en su hocico los mil olores del nuevo
integrante. Los pájaros revolotearon en el árbol casi centenario dejando atrás
en sus vuelos, algún balcón oxidado furtivamente en otros hogares aledaños.
¡Todo aquí era libertad!
El
entrar, el abuelo preguntó: ¿De dónde viene y hacia dónde va este orientalito,
Abel López?
( . . . )
Su
voz tenue emergida entre el inconsciente y el consciente dice: “Estoy tirado.
Han pasado días. Aguas salobres. . . Quietud malsana. Aún estoy vivo. Recuerdo
mi último examen de antropología. El tribunal me preguntó: ¿Cómo sería posible
medir una verdad en la sociedad por la que transitamos. . .?
Sigo
recordando. . .
Pasa
un milico y me patea. Grita. . . ¡Son aullidos de carne viva, pútrida!
Respondo:
Creo que la verdad la podría medir según las inteligencias unipersonales.
Aunque deberíamos instruírsela a los más débiles, para que no se vuelvan locos.
Jamás enseñársela a los malvados pues cometeríamos un pecado capital, con sólo
un trozo de ella, podrían obtener fragmentos que destruirían a sus congéneres.
Quisiera aprisionarla en mi corazón y mi mente para después, poder hablarla,
enseñando mi humilde tarea.
Creo
que en la fe de mi convencimiento, está mi sana arma de combate. En la creencia
de estudio del ser humano, la fuerza para seguir adelante. Y en el silencio,
este silencio oriental, mi coraza de amor y sabiduría parta consagrárselas al prójimo. Y me
consagraron: “Licenciado en Antropología”
-
Seguís en silencio - Agregó el
doctor militar.
( . . . )
-
Sáquenlo y me lo llevan a la
camilla. ¡Suero con él!
-
Aquí está tu comida - Agravia otro
enfermero - ¡Pon el brazo! - Y lo pinchó sin saber que hacía.
Amaranto
era ya casi un cuerpo sin dinamismo. Experimentaba su infancia, la juventud y
la vejez tirado sin lamentaciones. Pero dejaba de ser porvenir. . .
-
Mi hijo. . . exclamó casi por
última vez
-
¡Tu hijo. . .! ¡Tu hijo. . .! ¿Qué
hijo. . .?
Desde
fuera con vestimentas de cortezas, cabellos enmarañados pero encaprichados, esa
ermita humana sin pronunciar palabra de todas la pronunciadas hacia el Señor,
se transportaba Margarita con sus pies ennegrecidos de coágulos. Su cuerpo
tampoco existía. Los miembros parecían disecados por el soplo del viento, el
chasquido de la lluvia y el calor del sol. Su esqueleto árido, seco, tempestuoso, llevaba encima su piel
momificada. No pudo ver el triste lugar. Sólo escuchó la voz de su marido,
clamando por el hijo de ambos y su expiración. . .
No
obstante ella, de acuerdo al hilo espiritual que los unía, recordó también en
ese instante el día en que se recibía como Doctora en Abogacía y Ciencias
Sociales. Se lo habían impuesto ambos, antes de que los destructores, los
hubieran encarcelado. Ese pacto grabado, fue tal, que a sabiendas que la tierra
estaría lejos, el espíritu y los años trabajados y estudiados, darían sus
frutos en Abel. Para la familia, para la sociedad. . . Sabían también que el cielo estaría mudo. .
., pero que como en un desierto,
desnudos, habrían superpuesto el sello del supremo sacrificio.
Luego
del intento de sacarla de su éxtasis interior y por el término de
aproximadamente cinco minutos después de que escuchara el final terrenal de
Amaranto, se oyó:
-
¡Nuestro hijo. . .!
Y
la misma traidora reacción de las implacables neuronas, mudas, pero de tez soleadas
de patios polvorientos, la estrecharon en un temblor y escuchó:
-
¡Tu hijo. . .! ¡Tu hijo. . .! ¿Qué
hijo. . .?
-
No importa. Lo entenderán después
de nuestra
muerte.
. .
Sólo
un lazo de exhalación fatuo, unió a dos seres que, unidos durante cierto
tiempo, se aunaron para que otros seres en el futuro, entren con ellos en su
luz celestial.
Arrastrando
las capuchas y las esposas, esa pequeña multitud maligna, asesina, aterradora,
llevaron sus cuerpos huyendo y sin dejar rastro. Los cadáveres de los
compañeros cónyuges se hundieron en la tierra, sin enterrador, pero
sobreviviendo en alguien. . . Ese suelo, donde cultos lunares y solares los
harán brillar por la eternidad de sus espíritus, ahora libres.
LISANDRO
como épico generador de energía, nació junto a un candil, contiguo al pedal del
fuelle que alimentaba de oxígeno a la fragua, donde José su padre daba comienzo
a las jornadas de herrero. Los fardos de paja que las iniciaban, oficiaban de
respaldo y apoyatura cobijando a María, su madraza, antigua paridora de
hermanos. Un anochecer hecho noche, esperó a ella que sabía jadear, pujar,
contener y exhalar el aire mezclado en combustión con carbones pétreos del
Tacuarembó.
Josefa,
con olor a ruda en su delantal blanco, había llegado en un charré con el que
José había rodado ocho kilómetros para encontrarla. Eran tiempos justos, que
combinaban él y su zaino para el comienzo de los nacimientos. Esas carreras,
fueron catorce, en la que Lisandro ocupaba el lugar ocho. Todos los niños,
exhalaron después de unos días de nacidos los perfumes de Valle Edén a unos
kilómetros de la herrería, donde José y María los arrimaban a Josefa, para que
la partera de campo diera el visto bueno del estado de salud de los pequeños.
“La Oriental ” se había
concretado por oficio adquirido de los abuelos de Lisandro. Se estiraban rejas,
enllantaban ruedas, se forjaban puntas, cortafierros y elementos para trabajar
el campo y las canteras de piedra.
“A
trabajo seguro, más Oriental, seguro” era el dicho de José. Desde distancia, se
escuchaban a diario, trotes chasqueros y dos veces a la semana en mil
novecientos dieciocho, año de nacimiento de Lisandro, el ruido a motor de las
nuevas locomotoras arrastrando vagones en la línea del norte. Entonces, se alentaban
sonrisas, en el domicilio López-Rodriguez. El ruido a metal, aumentaba el
disfrute que a diario producía en José el saber que: “los hierros le daban de
comer a la familia”. Eran épocas de fuertes nacimientos, también de dignos campos
parcelados. Arroyos escrutados todos los domingos por la familia, los
arrullaban entre declives pedregosos. Sabores ideales de un valor geológico,
floral y donde la fauna entretejía mañanas y tardes, para un descanso nocturno,
fueron testigos del crecimiento de Lisandro.
Junto
a su hermanos, conoció de apretujones mañaneros, entrelazados brazos,
pisotones, empapaduras y también furiosos barquinazos dentro del charré que los
llevaba ala escuela.
Allí
todos concluyeron en cuarto año. Después, irremediablemente debían de ir a la
ciudad de Tacuarembó, distante cuarenta kilómetros. Sus padres, notaban
certidumbre en las convicciones de Lisandro y austeridad en las lecturas del
ideario artiguista. Cuando él las encontraba en su escuela, con el pedido
correspondiente a su maestra, que también oficiaba de consejera y educadora de
la orientalidad, llevaba los libros a su casa.
Supo
del ordeñe, viendo llenar los tarros de leche. Rajó la tierra y ayudó a sembrar
obsoletamente. Encorvó sus jóvenes años sin regaño, cuando las plantas de
boniatos le hacían sangrar los dedos con
su leche vertida y potente. Él recogía zapallos al sol, recorría la quinta,
regaba en los atardeceres iluminado Sirio y el lucero que brillaban sin entrar
la noche.
Seguro
que esa iluminación le guió hacia un vagón de ferrocarril rumbo a Montevideo,
cuando apenas tenía diecisiete años. La estación central inaugurada hacía poco
tiempo, lo acogió. Con todos los recuerdos frescos, Lisandro contenía los
hierros franceses a punto de desplomarse para él y de pie observaba las
bombillas amarillentas y grandes.
Hasta
el amanecer declinó conocer la capital. El segundero del gran reloj de la
estación acompasaba el albor del día. Cuando el minutero arribó a las ocho, se
acordó del guardapolvo blanco, de la maestra empeñada en enseñarle la hora ocho
años atrás.
Entonces
le urgió el deseo de llegar al liceo nocturno. El estado le acogería para un
futuro sincero y real y él se acurrucaría a su amparo benevolente. Ese año mil novecientos treinta y cuatro, huele
otros aromas, turcos, africanos, suizos, norteamericanos. Aunque, nunca se le
truncó el olor del sarandí, del ceibo, del espinillo. . . Sin embargo en la
patria oriental otros hombres y el estado huelen a pólvora. Existían hombres
más guerreros que honestos. En su ser comienzan a revolucionar ideas renovadoras.
Es por ello que, aquellos días de todos los colores, utilizados para una
pegatina frente a su liceo, lo hacen preso político menor aunque, sin motivo
para averiguaciones. Elementos que
hubiera utilizado para destacar sus ideas orientales. En este devenir de tiempo
fresco, va conociendo a profesores y alumnos nuevos. Le inquietaba verdaderos
conocimientos. . . Un día, le plantea a un compañero: “Seríamos otros si
defendiéramos la patria como lo hizo nuestro prócer”. Flotó en el cerebro del
otro chico el beneficio de la duda.
-
Sabes, considero de valor tu
sugerencia. ¿Pero, después de dos días de tu planteo, que ocurrió en ti? -
Preguntó Ángel Bresciani a su amigo.
-
Presiento que desperté en ti, el
hervor de aquellos pagos rurales.
-
¡Despertaste tú también, Lisandro!
-
Los engreídos orientales, llevan
el infierno en la imaginación. ¡Observaste Ángel!
Mientras
a Lisandro, desde su espíritu le comenzaba un poder apasionado y un
encantamiento arraigado por la patria, dijo: “Faltan solo dos meses, terminamos
este año e ingresamos a la
Escuela Militar ”
Fue
un pacto de honor juvenil y de por vida.
ANGEL y Lisandro concluyeron su cuarto
año en un liceo
de Montevideo, encontrando la fuerza de
Artigas
concentrada en un edificio: “La Escuela Militar ”.
Se
recibieron de alférez sosteniendo sobre sus espaldas como hombres del interior
del país los rasgos genéticos de razas laboriosas. Insistían, persistían, no
haciendo del domingo un día santo y aburrido. Con ambigüedad estudiaron
haciéndose preguntas sin prejuicios, algunas de las cuales podrían quedar para
el futuro emulando a nuestro General Artigas: ¿Podremos desde dentro de la Institución
acondicionar a nuestro pueblo? ¿Y el pueblo reaccionará con convicciones
libertarias, democráticas y antiimperialistas
como lo había soñado él?
Entre
los años mil novecientos cuarenta y mil novecientos sesenta y siete, año de la
cumbre de sus carreras dentro de las fuerzas armadas, se formaron en cursos en
diversos organismos nacionales e internacionales. En este devenir, murieron sus
padres, contrajeron matrimonio, engendraron hijos. . .
Lisandro
López y Ángel Bresciani calaron en las entrañas del máximo imperio estudiando
“inteligencia” y “defensa”. Cómo si la inteligencia no fuese inherente a cada
ser humano, cómo qué paradójicamente si no se nos enseñara a defendernos no utilizaríamos
nuestra propia defensa, la innata y no la sobrevaluada. Sin embargo, ellos
trabajaron en forma denodada en pos del mejoramiento de la sociedad oriental. En
inundaciones, en observaciones y monitoreos de futuras represas para generar
energía hidroeléctrica en nuestro país.
Por
concursos dentro de la fuerza, Ángel en mil novecientos sesenta y cinco y
Lisandro en mil novecientos sesenta y seis arriban al grado de General en Jefe
de las Fuerzas Armadas y de General de la Región Militar Nº 3,
respectivamente. Después de dos años, Lisandro ejerce como General del
Instituto Militar de Estudios Superiores. En ese mismo año muere el Presidente la República y asume el
Vicepresidente en ejercicio.
Ángel
y Lisandro, solicitan la venia presidencial de pase a retiro en el otoño de mil
novecientos sesenta y ocho. Desentonan con los ideales de lo que ellos estiman
se esta gestando en el Uruguay. Una dictadura encubierta. Un golpe de estado a
instancias del mismo presidente. Se revelan las masas por la intransigencia de
algunos seres que arriban al gobierno sin orden, sin causa, sin cultura,
tratando de dominar estos ciento ochenta mil kilómetros cuadrados. Es en la
primavera de mil novecientos sesenta y nueve que se les concede su pase a
retiro.
Lisandro
ya conocía un nieto, un oriental de ley como siempre lo soñó. Entonces comenzó
a disfrutar de Abel junto a su hijo Amaranto y a su nuera Margarita. Todos
lucharon como pueblo, para el pueblo. Es por esas convicciones adoptadas, que
en febrero de mil novecientos setenta y uno Ángel y Lisandro fueron invitados,
junto a personalidades con varias formaciones universitarias socialistas de
izquierda, a fundar y representar a la nueva coalición representativa del
Uruguay, Amplia Mayoría. Desde allí se establecen los parámetros democráticos
para competir con blancos y colorados.
Papeles
que estaban amarillentos de tanta penumbra en la luz, otros ajados en los
bolsillos traseros que se sesgaban en la cintura de miles de ciudadanos que
querían un porvenir nuevo para la
patria, veían aclarar, un futuro ensombrecido. Empezaron a transitar junto a
Amplia Mayoría kilómetros de caminos orientales forjando a golpe de pie, un
movimiento antiimperialista. Era la hora
indicada y el momento justo. La coalición presenta sus listas en noviembre de
ese año y logra un dieciocho por ciento del electorado. Con otra coartada
política, los colorados quedan al tope del presidencialismo uruguayo.
Desde
mil novecientos setenta y tres y hasta mil novecientos ochenta y cuatro los dos
amigos militares comparten el duro escollo de la cárcel. Habían sido “elementos
perniciosos” para la sociedad. Pierden sus grados de generales, son proscritos
en sus derechos políticos, aunque, no pierden conciencia. . .
Barrotes,
frías paredes, ornamentos psicológicos no reproducidos jamás, sólo en este Plan
Latinoamericano, el “Plan Cóndor” (el ave más grande que vuela), fueron
testigos de un olvido que debieron de ejercer después de liberados de la dura
dictadura.
En
la oscuridad velada por recuerdos en aquellos momentos, Lisandro se escabullía
por rincones mentales álgidos, sucios, embadurnados de lodo político que sus
antiguos camaradas del ejército le habían impuesto. Siempre evocaba en su recuerdo
tripartito a Amaranto, Margarita, Abel.
. .
Antiguas
y oscuras fotografías se presentaban ante él, sepias, apagadas, entristecidas,
presumiendo que sus huesos y carnes nuevas, entraran en el limbo consciente de
un ser humano como él.
Por
momentos, arañuelas dejaban telarañas carceleras. Por otros, moscas y mosquitos
e insectos se suspendían de los techos. . . Se preguntaba: ¿Mis pequeños y
medianos huesos estarán también atrapados por estas telarañas? No había
respuestas. . . No había visitas. . .
-
ABEL, ven un momento por favor.
-
Sí abuela, que necesitas.
-
Querido, ten cuidado, se está
tornando difícil salir a la vereda. Cuando lo hagas pídeme que te acompañe.
-
¿Abuela, cómo vamos hacer para que
vaya a la escuela el año que viene?
-
Te llevaré y a la salida iré a
buscarte.
Durante
el día, una fuerza superior ejercía seguridad sobre Doris García, la Señora de Lisandro. Ya
había transcurrido el tiempo suficiente para saber sobre el paradero de su hijo
Amaranto y de su nuera. En el patio de su casa, los pájaros no cruzaban árboles
centenarios y el ovejero había olvidado hasta su registro olfativo. Mal
presagio. Sólo tenía el tiempo para dedicarle a su nieto, no había tiempo para
más. . . De noche los pasadores roían los candados y las llaves, colgaban y se
hendían en tajadas de aire a la espera de que al otro día, algún movimiento
sacudiera su esqueleto oxidado.
Eran
las tres de la mañana. Irrumpieron rompiendo silencios. A manotazo limpio, con
uñas sangradoras, Doris, no dejaba que
se llevaran a Abel, pero eran más. . .
-
Señora, nos tiene que acompañar -
La voz arrogante,
necia,
alborotada por conseguir el preciado mandado, roncaba gruesa. Se esparcía también
por los bigotes untados de saliva. Esa voz, vaciaba aún más el aire puro de la
casa de familia López-García. Seis personas de civil, más el arrogante,
oficiaban de carceleros en un domicilio privado. Es que la libertad había
salido de allí y aún no había retornado.
-
El niño también va con nosotros -
Inquirió el arrogante, que fue molestado por uno de los otros seis, que al
escuchar un pajarito gorjear le dijo: “Tú
hermano está cantando su libertad sin barrotes” - ¡Cállate la boca hijo
de puta!. Arreglaremos esto cuando lleguemos.
-
¡El niño no lo lleva nadie! –
Gritó la abuela, casi enrojeciendo sus
cuerdas vocales. Lo aferró a su camisón de dormir. Las blancas piernas sacudidas
con toda fuerza de Abel en pijama y calcetas abrigadas, no fueron impedimento
para que los usurpadores, se lo quitaran. Dos autos afuera estaban
estacionados. Dejaron luces prendidas de la casa, puertas abiertas, revolvieron
todo y un poco más e introdujeron al niño con tres de ellos en un automóvil. Su
abuela subió a otro, ubicada entre dos, atrás. Después de tantas vueltas,
perdió hasta su identidad. Doris lo sabía. Presentía lo peor.
-
Sólo esta lámpara encendida.
¿Reconoces tu identidad?
-
No, no reconozco nada - Expresó
Doris.
-
Yo sí
-
Tú eres un perro carroñero que escondes
detrás de la lámpara en la oscuridad. ¿Crees que podrás conmigo?
-
¿Sabes donde estás?
-
No importa esta negra noche, este
negro trance, ni tu negra disposición para el arrebato. ¡Chorro, ladrón,
genocida!
-
No deberías de hablarle así a un
custodio de los valores, la independencia y la libertad de la familia oriental,
que quieren ser arrebatadas a nuestra patria! ¡Te arrepentirás Doris!
-
¡Sigues violento, gusano
asqueroso! Tus compañeros y tú son la lacra que nunca deseamos. ¿Dime dónde
está mi nieto y mi marido, junto a mis hijos, quizá?
-
Te lo dejaremos ver si contestas
algunas preguntitas
-
Nunca. Jamás hablaré nada para ti
- El silencio se hizo
carne
en Doris, gritó, pidió de beber, de comer. . . Sola, encerrada con su lámpara y
la oscuridad de las blancas paredes, adormeció el tiempo, sin que de nadie obtuviera
palabra. Y ella tampoco la emitió, por que jamás volvieron a preguntarle nada.
Un día, sin mañana ni tarde, con madrugada y noche, un día. . ., arribó a ese
lugar un hombre con una capucha en la mano. Sólo dos orificios dirigieron el
camino de Doris. Ahora era una mujer sin rostro. . . Había pasado pensado en su callar tan
silencioso y resquebrajadamente horroroso. Pero tenía vida. Y esta, la guió.
Gritó sin escuchar, tirada en un asiento trasero de un automóvil. El hombre que
ahora lo manejaba, sólo, jamás contestó. Se detuvo, abrió la puerta trasera,
hizo que ella descendiera y la introdujo en un lugar amplio. Su olfato, rizó el
espacio interno y familiar. A centímetros de la puerta, desabrochó las esposas
del cuerpo inerte que la sostenía desde hacía días. Ella oyó que muy cerca,
casi dentro de su ser, se cerraba un puerta pasándole llave desde afuera y
escuchó. . .
-
¡Hasta luego! - Fue hueco,
enmaderado, tieso.
Cuando
se sacó la capucha estaba en su casa, casi sin fuerzas, miro por la ventana, pero
a lo lejos, solo la recortada figura de un auto negro incrementaba su ansiedad
y locura.
Ahora
sola, con hambre y sed de su nieto y sin él. . ., nunca supo donde estuvo,
quienes eran. Sólo una certeza y un presentimiento. Nunca más saber de Abel y
en su oído había quedado haciendo equilibrio un apodo: “Pajarito. . .”
( . . . )
Algún
tiempo después, el niño de apenas cuatro años, preguntaba por sus padres, sus
abuelos, su familia. No conocía lugares. Su inocencia de época, no era la misma
de un niño de cuatro años.
¿A
poco del comienzo del tercer milenio, en estas latitudes, se producirían cambios
en la conciencia inocente de los niños?
Veía
personas que nunca habían estado junto a su familia, sin embargo, conversaban
con él de viajes, y de futuros lugares, le penetraban en el subconsciente, ruidos
de motores de avión. . ., estos incidentes mayores le iban calando su
intelecto.
Hasta
que, él logró contarle a sus nuevos seres cotidianos, que un señor de bigotes y
lentes oscuros, paseaba dentro de un avión en el que hacía un tiempo había
viajado. Estaba siendo transportado, registró de su memoria, bostezos, gritos
menores, hipos, risas. . . aunque todas calibradas, apagadas. Recordó que el
señor al se le cayeron los lentes oscuros en una plaza por la que paseaban en un momento determinado, ya no estaba más.
Casi enloqueció. Pero fue allí, cuando sus nuevos seres cotidianos le
recogieron, contándole que sus padres y abuelos habían muerto en un accidente
de tránsito.
Empieza
su niñez una vida alternativa, cargada de circunstancias, hechos, injusticia,
militarismo y con sus nuevos padres Roberto Brown y Ruth Smith, ambos
descendientes de ingleses.
En
Buenos Aires, capital federal, un día soleado, entran junto a él al despacho de
un juez. El magistrado, autoriza que el niño lleve por nombre y apellido Fausto
Brown. Lo legitiman en el juzgado Nº2 en lo Civil y Familiar en los Tribunales
Federales de la ciudad porteña. De allí en más, vida nueva. A los seis años, la
primaria lo recoge. Sus padres comerciantes y parientes de un mayor del
ejercito argentino, habían procreado sin parto, un hijo, sin esforzar un
esperma, ni un óvulo. Eso sí, habían dejado clavadas cruces uruguayas, en lugares
insospechados pero cubiertas por moral oriental.
( . . . )
Imprecadas
filosofías comerciales, en un colegio privado, figurativo de la sociedad,
comienzan a sustentar a Fausto. Mientras
un estado fascista, con libres contrataciones, da comienzo a la capitalista
globalización y las máximas aberraciones que el ser humano pueda concebir.
Pero
a Fausto no le falta nada material. Estructuraron su entorno de forma certera,
pero nunca podrán arribar a su intelecto. Fue creciendo mientras su
inconsciente colectivo tejía y destejía una trama en vano urdida años atrás. Sin embrago el
cerebro humano es displicente por
momentos, los cursos de música, de
pintura, la escuela, el liceo, la fábrica. . .
-
¿Roberto, por qué trabajan tus
operarios tanto con la pólvora?
-
Es que necesitamos. . .
-
Hemos empezado en tercer año a
aprender que sirve sólo para confeccionar armas y explosivos.
-
Sí Fausto nosotros fabricamos
exactamente eso, somos dos o tres industrias en todo el país
-
¿No es muy riesgoso?
-
Sí lo es. Pero alguien debe
realizarlo
-
¿Y dónde lo vendes?
-
Este producto se comercializa,
para los días en que viene Papá Noel, en Navidad, cuando tu escuchas que tiran
cohetes
-
¿Nada más?
-
Vendemos a todo el país y a otros
del exterior
-
Así que tienes mucha ventas de
algo que puede ser nocivo para el ser humano
-
Bueno nocivo si lo empleas mal,
pero. . .
-
Los nuestros son buenos cohetes. .
.
La
empresa de Roberto y Ruth se traslada en esos tiempos de preguntas infantiles a
El Dorado provincia de Misiones, allí lo que era una sucursal de Buenos Aires,
pasa a ser una planta industrial de primera índole.
El
niño nuevamente emigra. Junto a sus seres cotidianos, descubre el olor virginal
del monte misionero y donde la pólvora se oxigena mejor en un diario convivir
con la naturaleza.
Roberto,
ya vende al ejército nacional argentino, los mejores elementos bélicos
fabricados en su país.
Mientras
el niño, surge como un verdadero ser diferente en la escuela de El Dorado.
Inserta su ser en la primaria como un revolucionario con preguntas de bien, de
buena forma, contagia e irradia la luz de su espíritu en las noches de verano
con su canto y su piano. Pinta el paisaje colgado de los cerros entre la selva
autóctona. Sus acuarelas y lienzos de nueve años son tempranas mañanas, del
mañana. Levanta la niebla otoñal de los arroyos y riachos encajonados por entre
las rocas de su ocasional provincia y piensa en esa existencia. . .
EN
LA MAÑANA del
otro día, Fausto despierta. Dentro de su habitación redescubre el olor a
pólvora. Eso, que tan pernicioso era para transportar sus emociones hasta creer
descubrir su verdadero designio, también perjudicaba las adyacencias naturales
que, como un ritual, dejaban un coloquio de pájaros y polinización de flores,
cuando no se hacía presente.
Aquel
olor nauseabundo, fétido para sus entrañas, había compuesto en su cerebro toda
aquella imaginación y mucho más. Le repugnaba, pero agradecía de estar en una
provincia como Misiones. Satisfacía su intelecto, la biblioteca descubierta
después de varios meses de su permanencia allí. Comienza sus lecturas, con
libros casi prohibidos para la época, a escondidas de sus ocasionales
encargados de vida, llenos de amunicionadas monedas. Lo hace con la
complacencia de la encargada de la Biblioteca de El Dorado. Vieja militante sindical
de los maestros de Córdoba, había llegado allí inhabilitada por la dictadura.
En la ciudad se la conoce por su cometido social y la reapertura de la
biblioteca dejada en condiciones aberrantes. Ella encontraba y seleccionaba los
libros para Fausto, aquellos que no se permitían leer en una dictadura tan
brutal como la argentina donde la estructura, inteligencia y el poder
demostraban su crueldad. Efectiva, Laura
proseguía su labor aunque en mil novecientos setenta y seis hubiese sido
torturada en Córdoba. Después de estar casi muerta, en mil novecientos setenta
y siete, a escondidas y con un nombre falso reorganiza al país cómo y dónde
puede, viendo en Fausto un niño diferente, apuesta a ello, junto a él, desde su
humilde lugar. Autores que habían estado caídos por los rincones de sótanos,
son los destacados para él. Tal es así que descubre al existencialismo en Kierkergard,
Gabriel Marcel, Sartre, Jaspers, Husserl, Heiddeger como así también a
socialistas como Hegel, Marx, Engels, Weber, o a autores como Martin Buber o
Niezstche y Joyce. En ellos descubre el ser humano filosófico en sí mismo. Pero
son aquellos como los de Edouard Schouré o Lemersurier donde desata el nudo de
la espiritualidad, de las razas y tipologías. No se conforma con ello que al
leer poemarios y prosa de autores latinoamericanos, se encuentra con seres como
Cortazar, Vallejo, Guillen, Martí. Entre otros ve la luz de los cuentos de
Arltz, Benedetti, Galeano, García Márquez
Su figura de niño, hijo de un matrimonio a fin con la venta de pólvora,
no encaja en el ajedrez de la naturaleza. Cuando dialoga con otras personas,
deja ver su musicalidad y el conocimiento generado allí.
-
Laura, ha leído sobre
existencialismo. Me encuentro que
fue tan abarcativo del ser humano
que se remonta, tal
vez. . .
-
Se remonta a varios siglos, como
Gorgias, Protágoras, Platón y grandes sofistas que disertaban sobre el ser
humano y su existencia, o como lo expresaba San Agustín en sus Confesiones.
-
Claro, pero en realidad, podríamos
decir que entre otros Descartes y Kant
dejaron el camino abierto para que el hombre creyera que si el mundo es
absurdo: ¡Se debería volverlo razonable!
-
¿Sí, pero quien autoriza a decir
que el ser, es lógica pura? Fíjate, que Gorgias decía : “el ser no es”. Sin
embargo, lo que es, sería contradictorio a lo que no sea.
-
Permiso. Eso va en contra de
experiencia inmediata,
indudable. Yo estimo que el ser, se
lo experimenta.
-
Así que, si tienes que elegir
Fausto, eliges:
¿existencialismo o racionalismo?
-
Sin duda prefiero la doctrina
existencialista. Entiendo
que
esta tiende a superar ese realismo-idealismo, y la
base de su conocimiento es recurriendo a
la fe pero
sobre experiencias concretas en el
alcance del ser.
-
¿Pero entonces, una cosa no merece
promesa alguna?
Es decir, que por intermedio de un
ideal es que uno
contrae un compromiso. Es como
asumir un acto de
amor, propio de cumplir ciertos
actos para interesar a
otras personas.
-
Sabe Laura, de acuerdo a lo leído
con seguridad, se
destituye el carácter de las experiencias
más elevadas
vividas por el hombre. Siempre creo
que allí radica la
muestra de fidelidad y pureza del
ser humano. También
estimo esa fe adquirida a través de ellas y veo de mal
manera a todo ser que se interponga
en los ideales que
ello conlleva. Por ello creo en
Dios, en el creador pero
el creador libremente creando desde
un acto de total de
independencia.
-
Perdón, debo de atender al recién
llegado.
-
Discúlpeme también usted Laura, pero
debo de retirarme. Conversaremos otro día cuando venga a leer. Gracias.
Se
fue pensando en su fortalecida mente, sobre considerandos estudiados y, las
piedras de callejuelas zigzagueantes, lo invitaban al recuerdo de las amarillas
páginas: “Cuando me preguntó sobre el racionalismo, fue que pude descubrir en
Hegel su dialéctica de tres tiempos, tesis, antítesis y síntesis. Y la contradicción
con el existencialismo, donde ser un individuo no es ser un concepto. Eso es lo
que importa describir, la existencia humana, las experiencias de un hombre son
de la manera que él las ha vivido, del paganismo a la fe. Pero entiendo que la
sagrada escritura, no es la base pura del existencialismo. Considerando a
Kierkegaard al padre de estas ideas, este dinamarqués, debió esperar la primera
mitad del siglo veinte, para que Husserl, con el método fenomenológico pudiera
explicar los fenómenos que aparecen en la conciencia y con ello tomar la forma
filosófica. Es allí entonces donde se rechaza todo lo abstracto, lo lógico, lo
objetivo y se torna positiva la concreción de la existencia humana, en donde el
método se verifica por un análisis descriptivo y claro.”
En
cuatro días volvió y al entrar Laura fue directo al tema.
-
¿Es raro que a un jovencito le
apasione un tema con tanta dificultad?
-
Es verdad, lo reconozco, su
benevolencia para conseguirme estos libros también determinó que entendiera que
alguien es afín con mis lecturas.
-
Gracias Fausto, comprendiste lo
que es filosofía de la existencia y. . .
-
Permítanme, esta última a la que
usted se refiere, es cristiana o teísta, pero la existencialista es atea. ¿Esto
significaría que tal vez podamos entrar en el campo de la política? Yo estimo que sí. Sociológicamente dentro de
la corriente existencialista en Francia por ejemplo se consideró a Sartre como
izquierdista y a Marcel como derechista. Y en Alemania, a Heidegger como
izquierdista y a Jaspers como derechista, todos editaron libros entre mil
novecientos veinte siete y mil novecientos cuarenta y dos tratando la doctrina
bajo diferentes perfiles.
-
¿Y esto te apasionó?
-
En verdad me pareció tentador eso
de derechismo e izquierdismo. . . Disculpe, aquellos libros que me había
ofrecido sobre trabajos para la escritura literaria rusa, “el
estructuralismo”. ¿Puedo ver alguno como
de Roman Jakobson, Todorov, Eichenbaun, Tiniavov, Yuri Lotman?
-
Sí cómo no - Ella gira y desde muy
debajo y por detrás de una estantería le alcanza algunos. El chico se retira a
una esquina obtusa, detrás de otras bibliotecas altas, casi a escondidas, donde
ella siempre lo ubicó. Esta corriente lo desborda, pero no se amedrenta y la
estudia con detenimiento y futuro.
EN SU CASA, no le
falta dinero. Tampoco un pasar lleno de esperanzas, según se lo inquieren los
infaltables seres cotidianos. Él percibe por el entorno, que los seres humanos
allí, aplastan, aprietan el dinero como la pólvora misma dentro de un cartucho
pronto a impactar. En un momento determinado lo llevan en un viaje a Buenos
Aires. Transitando kilómetros de mojones asfaltados, se da cuenta cada vez, que
gendarmes que custodian la soberanía nacional, detienen el auto por alguna razón, Roberto Brown al bajar el vidrio
exhibe una credencial, con la cual prosiguen el viaje en forma amena. Se
encuentra con seres inimaginables para su inocente pubertad. En ese año
comienza su secundaria. Es dentro de la gran metrópolis que descubre la
desigualdad imperante en el país. En determinado momento pasan frente a Fuerte
Apache y siente que las lágrimas, corren por el borde de sus ojos iniciándose
cada vez, caminos sociales en su cerebro. Son pautas de autoconvencimiento en
soledad, donde un proceso de inserción social para con seres más desvalidos, da
comienzo.
El
viaje de regreso se le torna frío y seco, escuchando siempre historias de
trabajo de un valor intrascendente para él. Ojea, los libros adquiridos por
Ruth, para no producir una impresión de desagrado.
El
Liceo de El Dorado es un instituto con una cantidad de capacidades precoces.
Sólo que son acicateadas por ráfagas de estudios innobles, decretados por el
gobierno militar de turno. Por otra parte el edificio sostenía sobre su
esqueleto paredes viejas, obsoletas, pero con inquietudes de renovación. Así
mismo la biblioteca de la ciudad, vieja forjadora de gente con pensamientos
nuevos y cualidades innovadoras, siente en su interior, la presencia solitaria
de Fausto, en aquel rinconcito escondido donde penetraba la luz, por una
ventanuca del fondo en las tardes grises, otoñales. Allí concurría a leer y
agradecía por el sol penetrante. Ella también, debía una reforma en su
esqueleto edilicio. Un día de invierno apretujado en su lugar de lectura,
arriba al lugar un señor alto, lánguido, al que Fausto reconoce.
-
Profesor Gutiérrez- Se da vuelta y
al ver al chico, sus pasos se aligeran hacia él.
-
Fausto, intuía que aquí, es tu
lugar.
-
¿Por qué profesor? Creo ser un
adolescente normal, solo que inquieto. Lo reconozco ¿Y qué lo trae por aquí?
-
Mira estoy para dar comienzo a las
mediciones para reacondicionar la
biblioteca - Gutiérrez era arquitecto y su profesor de física en la secundaria,
la que había concluido hacía unos meses - ¿Quieres ayudarme en el sostén de mi
cinta métrica?
-
Por supuesto con gusto.
-
Veo que tienes interés por todo,
pero especialmente por el hombre en su profundidad.
-
Sí mire estoy para dar comienzo a
una nueva etapa de mi vida. Debo de estudiar y va a ser sin duda sobre el ser,
ese que no puede, o no lo dejan despertar de sus posibilidades.
-
Nadie tiene su vida asegurada,
Fausto.
-
No es necesariamente eso profesor.
-
¿Entonces será que pensamos igual?
-
Usted estima que la ciencia es
como una columna de hormigón la que no debe sufrir un pandeo para que su grado
de esbeltez, sea demostrativo de la elegancia en el lugar del tiempo en que fue
confeccionada. Yo creo que, las sobrecargas y el esfuerzo en sus hierros
distraen un poco todo esto.
-
¿De dónde conoces este léxico
arquitectónico?
-
De mis lecturas.
-
Sabes que no. Es decir, sí, aunque
todo ello dispuesto de tal manera que el futuro edificio sea cobijo para otros
seres humanos más pobres.
-
Es decir, un edificio que sea el
andamiaje para la formación del ser humano como referencia de equidad e
igualdad.
-
Efectivamente.
-
Profesor, si de edificios
hablamos, el otro día fui con mis seres cotidianos, en auto hasta Buenos Aires.
Me conmovió de sobremanera ver Fuerte Apache, un ejemplo degradante del ser
humano, con carencias de fuentes de información. Ocupan un lugar que ya casi está
concluido y que fue construido con el esfuerzo, quien sabe de cuántos
ciudadanos.
-
Sí Fausto, aquí también en El
Dorado, hay viviendas con esa misma
connotación. Mi idea, ya la tengo plasmada en un anteproyecto tanto arquitectónico
como legal y es que el proletariado, la masa social, pueda acceder a ellas con
un mínimo de inversión, con un plan regulador regidos por ellos mismos. Por
medio de una cooperativa o en la que todos en asambleas populares puedan
acceder y cuidarlas.
-
¿Es usted comunista?- Aquella
pregunta, en ese momento, realizada por un adolescente a un arquitecto, fue un
replanteo instantáneo de ideas no tomadas al azar.
-
Debo responderte. . .
-
¡Qué sí! - Enfatizó el joven
-
¿Tú tienes ese perfil?
-
Le contestaré. . ., que es
interesante la doctrina - Pero le adquirió la idea del profesor Gutiérrez
anterior y volvió sobre ella para que el mismo no le quedaran dudas de su
pensamiento - Mañana lo invito para ir a la Intendencia de nuestra
ciudad y le plantearemos al funcionario destacado para tal efecto su
anteproyecto. ¿Qué le parece?- Su profesor de física, besó la frente de Fausto.
Había recorrido sus emociones. Lloró. Restregó su nariz con el pañuelo y antes
de girar para retirarse le dijo:
-
Mañana a la hora catorce nos vemos
en la intendencia.
Al
otro día con la excusa de ir a su biblioteca, se dirigió con gran determinación
al encuentro con el arquitecto. Al
llegar, junto a él, estaba dialogando el director de urbanismo de la sede
comunal. Demostró que su filosofía de vida no era con olor a pólvora. El
tiempo, la sociedad, el intendente y sus asesores algún día, podrían pronunciar
palabras en las inauguraciones de las obras agradeciendo el trabajo que
socialmente había realizado Fausto y el arquitecto
. . . EN UNA
PELUQUERÍA santiagueña, chilena, donde hace muy poco un parroquiano, se
rasuraba y recortaba el pelo, luego de agachar su cabeza para mejor limpiarle
la pelusa inferior de su nuca, cuando levanta la misma, al mirar por el espejo
reconoció en la vereda a dos reporteros que, alguna vez había visto por
televisión. Había sido en una documental francesa. Mirándola había comenzado a recordar la Operación Plan Cóndor,
nombre dado por un uruguayo en honor al ave que vuela más alto. Luego se sabría
que desde los aviones se arrojaban personas vivas a las aguas de ríos que nunca
quisieron ser cómplices del ejercicio antinatural de los hombres. Hombres como
el coronel Manuel Contreras, jefe de la
DINA y que llevó a su lado a Mario Yáñez su mano derecha, hoy
por paradoja director de un museo en Chile. Se podía matar en cualquier país.
La gente que lo hizo no fue juzgada. Tampoco se saben
nombres,
no saben donde están enterrados . . .
Los
periodistas, aguardaron con sus datos encima, apoyados con sus pies en el cordón
de la vereda, como tratando de no perder el equilibrio. En el instante en que se abre la puerta de frente para
depositar al individuo en la acera, en un español afrancesado, la periodista,
le pregunto a Julio López:
-
¿Señor, sabía usted que aquí, en
este preciso lugar, en el año mil novecientos setenta y seis, dio comienzo el
Plan Cóndor?
-
Sí señorita. Me he enterado de que
militares de cuatro o cinco países, desde aquí dieron comienzo a la tarea de
torturar y desaparecer personas.
-
O sea que el pueblo tiene
conocimiento del genocidio más aberrante
que se hubo cometido.
Como
si recordara bien los sucesos, Julio hizo un silencio profundo. Parecía que el
pueblo entero sucumbía en las entrañas de la tierra, mientras él silenciaba.
Cuando pudo
emitir sonido por
segunda vez, su voz, reveló una ansiedad profunda y reprimida. La misma que lo
mantuvo cautivo. Y esa voz, hizo temblar el corazón de la cronista que avizoró en su cuerpo, que la muerte había
estado esparcida en este lugar chileno. Hoy, esta misma calle y número se
habían quedado allí, desde aquella época y estampados en la memoria colectiva
del mundo.
Toda Latinoamérica
dividida, enterrada, sumergida hacia los océanos y ríos circundantes. Tufanadas
de vahos enrarecidos y putrefactos marean las ciudadanías. Además los vapores
agrios debilitaban aún los sudorosos presos políticos que después de mil
novecientos ochenta siguen con sus esperanzas pausadas en sus respiraciones. No
hay perdón ni olvido. Los malvados decretados por malvados, creen haber
corroído los pechos de hielo que fueron forjados a fuego forzoso alimentado por
los imperialistas. No obstante personas como Julio, llevan dentro de su hielo,
el infierno en la imaginación y no decaen.
La civilidad, en
todos los países, comienza a hacer temblar las riendas de las soberanías
nacionales.
(1985. . .)
LLEGÓ LA HORA , en Uruguay, los
destructores de células, quedaron impunes. Los tradicionalistas, se aferraron a
democracias despedazadas. Esos pedazos retaceados formaron filas y los
caudillos políticos se quedaban políticamente con el país, sin importancia
alguna de sus destinos. Los golpes sociales y espirituales fueron amortiguados
por retazos de seres humanos que, en la mayoría de los casos, no habían participado
del movimiento popular armado. La izquierda mientras tanto, en la nueva
legislatura, profundizó en la formación de comisiones que sacaran adelante una
luz sobre hechos acaecidos en la década anterior. Mucho el trabajo para
descubrir. Sólo quedaron paños tibios, teñidos de colorado y esparcidos sobre
cadáveres que no mitigaron su esfuerzo, aunque, permanecerían por años
sobrevolando los expedientes de una sola ley que los tiñó de blanco, como para
que nunca se coloreara alguna mejilla política de nuestro país.
Germán Araújo,
diputado izquierdista, luchador social, viejo conocedor del Plan Cóndor, integró la Comisión de
Desaparecidos, dio comienzo a gestiones que después de veinte años, separó los
colores y neutralizó la conciencia ciudadana oriental. Vivió su lucha sólo e
integrado a las Madres de Plaza de Mayo en Buenos Aires. Pernoctó en noches de
pensamientos incesantes y concluyó en un aluvión de desconfianzas para
esclarecer a muchos chicos que habían nacido en los países, bajo ese maldito
plan cruento y mortal. Su espíritu revoloteó en lo más profundo de las
conciencias de esos chicos que habían pasado por varios nombres y muchos más
apellidos. Esos nombres y el de Germán corroyeron las mentes y se clavaron en
los corazones de los torturadores que quisieron despedazar las ideas que habían
quedado colgadas del árbol de la vida. Frutos sanos, incólumes, con semilla
potente, fértil, que nunca ninguna especie tardó tanto para que su tallo viera
la luz, pero fertilizó, reverdeció. . .
(1985. .
.Misiones)
FAUSTO BROWN, había
terminado su secundaria con honores dentro del Liceo Público, al que había
decidido ir y donde se recibió de Bachiller en Humanístico.
-
¿Hijo, dónde asistirás en tu nivel
universitario? -Preguntó Roberto Brown en noviembre de mil novecientos ochenta
y cinco mientras cenaban en la casa quinta que los acogía dentro de la selva
misionera, en las zonas aledañas de El Dorado.
-
¡Roberto, siempre apurado!
-
Es que almuerzo y salgo urgente
hacia la fábrica. Me esperan para el pesaje de la pólvora que debemos insertar
en cada proyectil de mortero.
-
Piensas que es más interesante el
proyectil que el motivo de mi futuro - Le interrumpió con dura certeza Fausto.
-
Es que nuestro pasar bien, se debe
a las ventas que hacemos al Ministerio de Defensa Nacional
-
Sí claro. Contestándote, pienso
realizar Antropología Social y Sociología.
-
¿Pero eso. . ., dónde se estudia?
-
Pienso realizarlo en la Universidad de
Córdoba
-
¿Te irás allí?
-
Ya lo tengo resuelto. De sobre
manera, me interesan los temas sociales y más aún, la existencia del ser humano
sobre el planeta y su filosofía de vida
-
Bueno, no es . . . lo que pensabas
que ibas hacer. . ., pero. . ., si te parece.
-
No es lo que me parece, es mi
sentimiento, mi espiritualidad que me lo exige y goza al saber que podré
realizar mis estudios al respecto.
-
Bueno, mientras no sea para
inclinaciones comunistas. Haremos un esfuerzo con tu madre para que vayas allí.
Con
esa premisa expuesta, Fausto origina en su hogar un estremecimiento, que sin
duda, llega a lo más hondo de los seres allí establecidos.
Disfruta
de los últimos días veraniegos en la selva misionera, visitando de vez en
cuando a la biblioteca y a su vieja amiga Laura. En febrero se anota en la Universidad y comienza
su hospedaje en Córdoba. Allí, destina un lugar en una pensión del centro de
esa ciudad y se dedicó por varios días a conocer gente de esa nueva sociedad.
Visitó pequeños bares con olores desconocidos, extraídos de licores extranjeros
por entre los estantes. Así mismo, asimiló perfumes de las serranías
cordobesas, invitándose a recorrer renglones en las mejores bibliotecas
públicas. Admiró el arte, pero aborreció la intencionalidad con que se derrochó
y se despilfarró el dinero colocado en los ornamentos de las iglesias del
centro de la capital de Córdoba. Todo antes de internarse en el mundo de los
estudios, monografías, copias, bosquejos y escritos que debería guardar en su
memoria como un tesoro. Estaba convencido que volvería a su casa en Misiones,
solo tres o cuatro veces en el año. Y cada vez que lo hizo, Ruth casi
enamoradiza se acurrucaba a su lado, como cuidando su ser más preciado. Sin
embargo Fausto, exclamaba:
-
¡Tranquila! Estoy bien, no hago,
ni tengo problemas. Soy un ser en evolución.
-
Pero es que nosotros, pensamos
mucho en ti, amor.
-
Entiendo, desde mi perspectiva voy
dándole soplos a la vida. El ser existe mirándose desde su interior. Nuestro
yo, es quien guía al intelecto. Cómo nos desplazamos hacia el futuro, también
depende de nuestra alma, el gen con que se nos conformó, moldea el espíritu, el
alma y no nos deja o permite traspasar los movimientos ilógicos que la sociedad
nos quiere imponer.
-
Sí, pero recuerda. . .
-
Recuerden que ustedes también
están dentro de esa sociedad llegando de alguna manera a mis congéneres. En ese
devenir, en ese transcurrir. . ., el tiempo lima, pule el estereotipo de cada
hombre.
Con
veinte años, culmina su tercer año de la licenciatura en Córdoba.
(1988. . .,
Misiones)
-
¡HOLA, HOLA! - Fausto arriba a su
casa sin dar aviso previo. Para cada llegada Ruth, preparaba el entorno, la
limpieza, los alimentos, la jardinería, los automóviles. Veía en el
adolescente, cada detalle, perturbándose de que su futuro sería de un hijo
pobre. Un hijo arrebatado por estudios sin origen cierto y de zozobras futuras.
-
¡Buenas noches hijo! ¿Pero qué es
esto sin aviso? ¿Te agotaron los estudios y vuelves con nosotros? -
Dirigiéndose a las personas allí reunidas - Vieron Fausto regresa pues es evidente
que esas letras que eligió, lo saturaron, está impregnado de situaciones
aterradoras leídas en los libros - Fausto dejó su valija y ella con paso
apurado lo estrechó en un abrazo. Desde la cocina, los hirvientes olores la
distrajeron para proseguir allí. Mientras los reunidos en torno de una enorme
mesa, se interesaban en mirarse mutuamente, sin detener la conversación que
mantenían con Roberto.
-
¡Buenas noches! ¿Cómo están
señores? - Fausto se
presentó,
extendiéndoles la mano, palpaba en unos, los dedos como alambres de púas fríos,
tensos, en otro gélidos, blandos, como hacendado de teclas de máquinas de
escribir, mientras que en la mayoría sostenían en las palmas el roce continuo
de tabacos importados. Viendo habanos y pipas por entre la humareda del lugar
se presentó y saludó a Roberto:
-
¿Cómo estás querido? Dijo él,
mientras besaba su
mejilla,
sin preocupación.
-
Fausto, acércate a la cocina.
Charlemos un poco. Acotó Ruth distanciando al chico
-
Hace más de cuatro meses que no
venías – Gritó Roberto del living a la cocina.
-
Es cierto. ¿Cómo va todo?- Dijo
Ruth
-
¡Siempre bien! - Rompía con
sabiduría universitaria un tenso momento que se denotaba detrás de la puerta
divisoria de las habitaciones. Ella, intentaba disuadir su inteligente emoción.
Y decía:
-
Tu papá, está tratando de abrir un
nuevo negocio. Es de suma importancia para tu futuro.
-
Sí. ¿Cuál?
-
Le están ofreciendo la gerencia de
un nuevo banco que se inaugurará entre Uruguay y la Argentina.
-
¡Qué bueno, para él!
-
Te explicará mejor mañana
-
En realidad cuéntame algo tú, de
manera que cuando hable con él conozca algo sobre el tema.
-
Parece que el señor que fuma
habanos gruesos, es el Embajador Argentino en El Vaticano. Allí hay mucho
dinero. Justamente el Banco de esa República, adjudicará el dinero en préstamo
para realizar transacciones comerciales.
-
¿Y cuáles son esas transacciones?
-
Es el nuevo sistema de tarjetas de
crédito que se instaurará en breve plazo. El Ministro de Defensa argentino
recomendó a tu padre para que efectúa la presidencia para la zona norte argentina
y como gerente de la sucursal de Posadas.
-
¿Y el negocio de la pólvora?
-
Sigue, sigue perfecto y ganando
mucho dinero con ello. Papá también ejercerá como accionista del Banco
Crediticio del Conosur. ¡Y tú serás el heredero!
-
Bueno, la realidad me dice que hoy
no me interesa el dinero. Mi acción está centrada en el estudio de la realidad
del ser humano, de la existencia del mismo. Todo el proceso que deriva en la
temporalidad del hombre. Creo que él está delante de sí mismo, está siempre por
venir.
-
Claro mi amor, aunque el dinero no
te interese, será siempre el factor de tu futuro porvenir - Lo había cortado
abruptamente
-
Claro, pero. . . estimo que desde
el nacimiento, se crea una historia . . .
Ruth,
estrechó sus hombros fuertemente y sus brazos escuálidos retorcieron los de
Fausto como los de una madre. Ella nunca había zurcido medias, ni batido huevos
con azúcar y cognac. Tampoco se había untado las manos de masa para freír en
grasa. Nada de ello pasó por su ser. Solamente dentro de su cocina los olores
percibidos eran de caldos ya preparados, polentas en bolsas, puré de papas
extraídos artificialmente y comprados en los supermercados, salchichas,
milanesas al vacío, embutidos eran su sello en aquel recinto. El crecimiento
dentro de aquella propiedad de los Brown era económico. Tanto que, cuando ella
recorría bancos para depositar dinero, dejaba boquiabiertos a los empleados y
gerentes y hasta con una tos jadeante del olor a pólvora que emanaba de entre
sus ropas. En sólo dos oportunidades pasó a las apuradas, de regreso a El
Dorado por el pensionado de Fausto en Córdoba. Jamás miró de modo simple los
muebles donde se cobijaba él. Ni siquiera de reojo oteó el corredor, las casas
contiguas, las de enfrente, siempre le parecían viejas desde su origen. Jamás pensó
en aquel barrio cordobés donde sus estudios proseguían con corrección de
apuntes, deletreando textos y salvando exámenes. Sin embargo Fausto escuchaba a
Ruth pero proseguía con el pensamiento que le había sido truncado por ella:
-
. . . su historia, por lo que se
refleja. Y donde se crea el conocimiento y la interpretación que da de su
propio universo. ¿Te das cuenta, que nacemos sin haberlo querido y nos morimos
de igual manera en la mayoría de los casos?
-
Sí - Respondió ella y la luz del
farol de la esquina que se había apagado, entró nuevamente por la hendija de la
ventana como tratando de que ella se iluminara. Pestañeó, lo miró y no supo que
decir. Fausto prosiguió:
-
Piensa. Eso también es una
libertad respecto del mundo. ¿Verdad? ¡Por lo tanto la libertad se ejerce por
la elección del porvenir, de los actos a realizar. Así que más allá de ella no
hay nada, es decir ninguna pregunta es posible.
-
Perdona, me voy a sentar hijo
- El hilo de luz volvió a apagarse. Ella
sintió llevar el infierno en la imaginación.
-
Por último, quería aclararte, como
te darás cuenta, el hombre está sólo, angustiado, radicalmente sin socorro.
Pues sólo lo guía su lucidez. Todo es absurdo. Yo estimo que sin recursos, pero
con mi pequeña lucidez sobre el imaginario, encontraré el camino que me
descansará sobre la última palabra que algún día escucharás.
(. . . 1989)
-
¿HOLA, Facultad de Ciencias,
Montevideo, Uruguay?
-
Sí señorita. ¿Con quién hablo?
-
Escuche, le estoy llamando desde la Universidad de
Córdoba, Argentina. Habla la
Licenciada Mary Estévez, mi intención es contactarme con la Licenciada Rosa
Piñeyrúa. Ella, me ha llamado la semana pasada y no me ha encontrado.
-
Le comprendo perfectamente
señorita. La he visto pasar hace un momento por aquí. Aguarde en línea que voy
en su localización al Departamento de Paleontología.
Dos
años atrás, ellas se habían relacionado muy bien en un congreso en Buenos
Aires. Allí, bajo la consigna la “Antropología Social y la Ciencia , con inserción en
el Reconocimiento del Reino Animal”, estuvieron durante ocho días descubriendo
la historia sepultada bajo la primera capa terrestre de hoy día.
En
aquel momento teórico, ambas repasaron diapositivas, entornando ojos de
cansancio. Discurrieron sobre cada una de sus respectivas áreas, Mary en sus
estudios, había revisado huesos de diversos animales y su antigüedad.
De
igual forma, Rosa desde su Licenciatura en Ciencias y después de haber
realizado su graduación de Magister en Paleontología, había concurrido a estudios
de campo sobre fósiles de diversas eras geológicas. Habían intercambiado datos
después de ello, en infinidad de oportunidades, por carta, vía telefónica, etc.
Pero era la primera vez que se encontrarían después que Rosa la invitara para
que viniese a Uruguay a profundizar sobre estos temas.
-
¿Hola, Mary? Qué alegría tengo de
escucharte.
-
De igual manera Rosa. Es un placer
la invitación que me
realizas. Quería agradecértelo y decirte
que cuando
pueda estoy allí. Junto a mí irán
cinco o seis estudiantes
avanzados.
-
Pero claro mujer, dejemos la
formalidad de lado. Para no demorarte, tú tienes mi dirección en Montevideo.
Acércate con los chicos, diles que después del arribo debemos de viajar al
noreste del país, en la frontera con Brasil, departamento de Cerro Largo a
quince kilómetros de su capital, Melo. He realizado un hallazgo impresionante y
quiero compartirlo con ustedes. El empuje será para ellos sin dudas.
-
Pues claro, por ello quiero
llevarlos, el pedido frente al Decano ya lo he realizado. Te llamaré nuevamente
para informarte el día que arribamos y a qué hora. Y ahora dime: ¿En Melo
existe alojamiento y comida?
-
Claro, como imaginas el trabajo es
en el campo, pero dentro del predio de una estancia, y allí tenemos todo.
Después
de casi una semana, Mary telefoneó nuevamente a Rosa, dándole las fechas y
horas correspondientes al arribo, conjuntamente la lista de cuatro estudiantes
que la acompañarían hacia el final de la primavera.
El
día indicado, mochilas y caras cansadas sosteniendo lentes habían arribado
desde Córdoba a Montevideo. Ella los había esperado en el puerto y los condujo
dentro de un viejo ómnibus Leyland de las Compañía CUTCSA hasta su domicilio.
Allí, al entrar, un tocadisco automático y viejo, molía el surco de una canción
abolerada a medio volumen. Detrás de un viejo muro, ellas, se estrujaron en un
abrazo. El mismo había sostenido una verja soportando una planta de alverjillas
de antaño donde varios amores fueron perfumados en aromas y saturados de fríos,
calores, rocíos y vientos rotados.
-
¡Qué alegría! Tengo todo
organizado - dijo Rosa
Mientras
Mary presentó a Rocío, Fausto, Ezequiel y Juana. Sus alumnos. Todos estaban
casi listos para terminar su licenciatura en Antropología Social. Ellos en el
living de la casa vieron al baúl de hojalata temblar de frío mientras el
ventilador esmaltado con paletas de
bronce, rezongaba su antigüedad en un acompasado tiempo a fines de septiembre.
-
Bueno, espero que no tengamos
inconvenientes para arribar a Melo - Expresó Mary
-
No desarmen nada. Solicitaremos
dos taxis e iremos hasta Avenida 8 de octubre y tomaremos la ONDA , que nos llevará directo
hasta esa ciudad - Acotó Rosa.
Todos
estaban más que interesados en el tema. Pero aunque siendo un grupo muy unido, alguien
llevaba la mochila del temor, otro de la esperanza y otros ya parados a la
espera del ómnibus interdepartamental transfiguraban su figura, como una
persona más de esa sociedad montevideana.
-
Allí viene la ONDA ¿Dice primer coche?
Preguntó Rosa
Todos
respondieron que sí. Entonces la mano estirada al costado del cuerpo, detuvo al
antiguo carrozado Nº 322 marca GMC de la vieja compañía que unía rincones
inhóspitos uruguayos.
Se
ubicaron cada uno en sus asientos ya reservados. Pagaron su boleto al acercarse
el guarda. Se estiraron y durmieron su cansancio prolongado.
Rosa
y Mary dialogaron de temas comunes. El grito del guarda, despertaba a algunos
pasajeros en cada localidad a que arribaban, transitando la Ruta N º 8. Después de
horas, el viejo autobús llegó a Melo.
-
¡De a uno por el pasillo! - Se
escuchaba al guarda mientras querían descender todos a empujones y trataban de
sacar su equipaje del espacio superior y contra el techo.
-
Recojamos nuestros bolsos en
bodega - Indicó Mary
-
Yo voy a llamar por teléfono aquí a una cuadra de distancia a la estancia
para que nos vengan a buscar- Dijo Rosa.
Al
cabo de diez minutos regresó. Esperaron una hora sentados en la plaza del
centro de la ciudad. En determinado momento arribó una camioneta con caja
detrás. Subieron sus pertenencias. El hijo del dueño de la estancia se presentó
a cada persona amablemente. Quienes iban en la caja, acurrucados, mirando por entre
el equipaje, disfrutaron del entorno de las serranías aledañas a la ciudad que
los llevaría hacia la frontera con Brasil.
- ¿Qué les parece?- Dijo Rosa - Siempre nos
albergamos aquí cuando realizamos nuestros estudios. Ellos, los dueños, están muy satisfechos debido a qué no
rompemos nada en su campo cuando realizamos las excavaciones y les demostramos
que hemos realizado, buenos descubrimientos. La familia estima que cooperamos
con un aporte científico importante a la sociedad oriental. Lo sienten así y lo
hacen saber. Ya conocerán a Luis y Ester cuando arriben del campo.
Después de dejar sus
pertenencias en un antiguo pero muy ordenado galpón en el que antiguamente se
albergaba a la peonada y que hoy oficia de hogar transitorio para familiares y
personas que como ellos se acercan a visitarlos, vieron que arribaban en una
vieja camioneta de los años cincuenta los dueños, desde otra carretera interna
del establecimiento. Ellos reconocieron a la científica uruguaya.
-
Rosa, es una alegría enorme, verte
otra vez
después de algunos
meses - Hablaba Ester casi a los gritos.
Rosa, presentó uno a
uno a los estudiantes y a su profesora.
Los argentinos,
devolvieron el saludo fraternalmente e
hicieron hincapié
emocionado de saber qué exista gente
cómo ellos
dispuestos a colaborar con la ciencia de
forma
desinteresada. A
partir de allí el diálogo durante el
los días posteriores,
fue con cordialidad.
-
Chicos dispóngase de la mejor
manera. Existen cuchetas,
elementos
para cocinar y el baño - Indicaba con gestos ampulosos Luis.
Hacia los laterales
de la entrada se veían, apoyados sobre dos paredes, unos estantes de madera
sosteniendo algunas carpetas donde en las tapas lucía la inscripción de las
Facultades de Ciencias y de Humanidades. También huesos petrificados, piedras,
y elementos encontrados por antropólogos, arqueólogos, paleontólogos, geólogos,
científicos que de alguna u otra manera habían pasado por allí dejando el
testimonio de que el sitio denominado “Estancia La Blanqueada ”, contenía
restos de importante valor para la humanidad.
Después de descansar,
al otro día, el amanecer reconfortaba las piernas para los menesteres
antropológicos y paleontológicos.
-
¿Mary, falta mucho para llegar? -
Preguntó Rocío. Luego de haber caminado
casi cuarenta y cinco minutos, los chicos comenzaban a cansarse.
-
No, mira aquel estanque seco y
ancho. Fíjate que el pequeño macizo rocoso aflora y deja en su interior, una
especie de cueva. Bueno allí, están mis amores los pequeños reptiles, que he
descubierto - Enunció Rosa.
-
¿Entonces, está usted haciendo
referencia a que época, en el tiempo?- Preguntaba Ezequiel.
-
En realidad son animales del
período Pérmico, mitad del Eon Fenozoico, final de la Era Paleozoica.
Una transición entre finales de la Era Primaria y comienzos de la Era Secundaria ,
casi unos doscientos noventa millones de años.
-
¿Licenciada y cómo lo ha
determinado?- Preguntó Fausto.
-
El paisaje era desolado,
tristemente desolado. No existía casi vegetación, sin embargo por su
conformación yo estimo, que éste lugar parecía ser un abrevadero de animales
durante ese tiempo geológico. Es más, lo es hoy día. En realidad, yo vine por
primera vez aquí, pues llamaron debido a que de forma casual, un peón de Luis y
Ester encontró huesos muy grandes de animales. Ellos se pusieron en contacto
con la Facultad
de Ciencias y el Decano me envió a
estudiarlos.
-
¿Y los encontró?- Reiteró Ezequiel.
-
Bueno encontrados ya estaban -
Risas - Ven estos huecos, excavados hace algún tiempo donde la tierra dura y
casi pedregosa queda aún con sus huecos a la intemperie, bueno esos huecos,
eran los enormes huesos que retiramos con mucho cuidado después de varios
meses, te diría años y dónde hoy los estamos estudiando en Montevideo en
Facultad de Ciencia, en el área de Paleontología.
-
¿Y a qué animal pertenecían? - Preguntó
Juana quién aún no había intervenido.
-
Mira, encontramos de varios
animales, pero concretamente, eran de la Era Cuaternaria , y
los pudimos identificar como de Lestodon, Megaterio, esta especie es la más
grande del cuaternario, Esmilodonte o tigre diente de sable y algunos huesos
pélvicos de Glosoterio. Estas especies estuvieron diseminadas también en
vuestro país por supuesto. Te vuelvo a reiterar, aún se siguen estudiando.
Rosa
extrajo fotos y comenzó a mostrarlas Y prometió que al regreso los llevaría al
laboratorio de paleontología. También explicó el momento en que encontró los huesos de lo que ella
denominó más tarde Pelicosaurios. Decía: “Saben, debajo de unas rocas, aquellas hacia nuestra izquierda, ven como
sobresalen, bueno allí estaban sus grandes ojos, me miraban azules, por
momentos rojizos, por otros verdosos, en fin me penetraban el ser, me daba
vuelta y me volvían a mirar, eran animales tan diminutos, pero con un poder tan
abrasivo de mí, que no me contuve de acariciarlos, de hablarles, seres vivos de
la prehistoria. Pensaba ¡Guau!. No recordé mi familia, mis hijos, nada. Sólo miraba
en derredor y quería más indicios y los encontré en las rocas, sedimentos,
arcillas, en fin. . . Fieles testigos de la humanidad. Allí estaba el secreto,
el basamento era del Período Pérmico, una gran inserción desde el suroeste del
Brasil, fue bajando hasta quedar depositado aquí y en otros departamentos del
noreste oriental. No obstante, sólo aquí los pudimos encontrar. Después de
varios años de estudiar información paleontológica al respecto, encuentro que
también fueron hallados iguales animales en África y en Rusia antes de
producirse el Pangeo donde se separaron los continentes. Ya no había duda. Mis
estudios los envié a Gran Bretaña a la Universidad de Oxford y a la Escuela de Altos Estudios
de la Sorbona
de París, dónde ambos me contestaron satisfactoriamente, y dónde deberé viajar
para demostrar mi descubrimiento”.
En
ello, un impulso superior hizo eclosión en el espíritu de Fausto que, no dudó.
Esa luz resplandeciente, guió su carne corporal hacia un lugar entre unas
rocas, a unos metros de allí. Sobresalía un hueso que no supo determinar.
Cuando preguntó a Rosa, ella no dudó, la ciencia biológica no fallaba esta vez.
Era un hueso distinto, normal, era humano. Mary miró fijamente a la bióloga que
sin perturbarse demasiado, dijo: “Lo excavaremos y llevaremos al laboratorio de
antropología forense en Montevideo. Allí sabremos con exactitud su procedencia”
Salieron
para su aposento después de pasar todo el día en el campo. Dos días más
estuvieron recorriendo la zona. Sin embargo sólo en estos dos sitios muy cerca
uno de otro habían huesos que el tiempo los deposito allí como señal inequívoca
de su existencia. Otra vez Ester y Luis, fueron depositarios de la nueva
noticia. Y volvieron a esperar ahora, al Departamento Forense de Montevideo.
Todos se fueron con un agradecimiento muy gentil para con ellos por las
prestaciones que brinda su campo a la ciencia.
Al
mes recibieron a nuevos técnicos, absolutamente todos los restos fueron
exhumados y sus estudios, deberían de ser conocidos por Luis y Ester y por los
cinco argentinos que estuvieron de paso en nuestro país conociendo más de
ciencia.
De
sus estudios, él conseguía entender y anotaba que: ‘Existían experiencias
oscuras y que con una intuición original y estrujando el pensamiento objetivo
se puede llegar a la existencia de cualquier ser’
La
tarde en que repasaba estos conceptos, estaba cargada de vapores emanados desde
el centro de la ciudad. Por entre la rotura de uno de los seis vidrios de la
ventana, la luz de esa hora penetraba escuálidamente. Golpearon a la puerta
cuando había terminado de escribir su concepto personal sobre la vida donde
explicaba: ‘No es más que una breve sucesión de oportunidades para sobrevivir’
Entreabrió la vieja y pesada hoja de viejo pino blanco de la puerta suavemente.
-
Sí, buenas tardes - Vio un hombre alto, tan calvo como las gotas
de sudor de su frente
-
¿Fausto Brown?
-
Sí señor.
-
Soy el telegrafista, por favor
está certificado. Me firma por aquí.
-
Con gusto - Fausto reveló con el
rabillo del ojo en la parte superior del sobre, unas letras: Cámara de
Diputados. Congreso Cordobés.
La
bombilla de luz ensuciada por las moscas, fue testigo de lo recibido y aumentó
la claridad del amarillento papel escrito por una máquina que rezaba:
15- 12- 1989
Señor Fausto Brown
Comisión de Derechos Humanos.
Cámara de Diputados
Congreso de Córdoba
Citamos a Usted a comparecer el día 16 del
corriente a la hora 16, a
esta Comisión, por asuntos personales que serán para usted motivo de
complacencia.
Dip. Esc, Hugo
González
Presidente
Comisión Derechos Humanos
Sólo
un momento tardó en recapacitar lo ocurrido hasta aquí en su vida y aunque no
tenía con quien hablar, ni rezongar, ni evaluar, por su esófago bajó por
primera un vez, un trago de saliva dulce y alentadora.
Al
otro día, después de ascender al colectivo se preparó mentalmente para un
motivo tan especial, del que ya estimaba los acontecimientos.
Luego de esperar unos minutos sentado en
un banco de roble y dentro de un pasillo marmolado, el portero quien fue su
vocero al arribo, lo volvió a llamar. Lo condujo hasta una sala donde se
encontraba sentado el Diputado Presidente de la Comisión quien se esmeró
en el recibimiento. Desde un costado de la habitación alguien le estiró la
mano. En ese momento, también lo abraza. El Escribano González entonces le
dirige por segunda la vez la palabra.
-
Estimado compañero, le presento al
Presidente de la Comisión
de Derechos Humanos de la
Cámara de Diputados
del Uruguay, Diputado Señor Germán Araujo. La fraternidad, sacudió los
huesos de los tres.
-
Compañero, es una alegría poder
estar frente a ti, después de haber viajado tantos kilómetros.
-
Gracias señores, pero no entiendo
mucho todo esto.
-
Querido, nuestro trabajo en la Comisión sobre personas
físicas desaparecidas, durante esta terrible dictadura, hacen que hoy nos
podamos reunir- Respondió Germán
-
Sí, yo he escuchado. . ., es más
cuando tenía tres o cuatro años, no recuerdo muy bien, aunque tengo imágenes
borrosas. . . de una señora mayor, y de
algunos hombres. . . - Un largo espacio de tiempo con la cabeza mirando el piso
lo mantuvo a Fausto un poco quebrado espiritualmente. Los diputados, respetaron
esa ausencia de tiempo real hasta ese momento. Luego pudo proseguir - . . . de
subir a un avión, más tarde de mis padres, inscribiendo mi nombre en un
juzgado. . .
-
¿Quienes son tus padres, hijo?-
Pregunta González. Germán hacía minutos que estaba con el rostro como perdido,
en el suelo, pero lo miró atentamente.
-
Mis padres son. . . - Su mirada
sombría y tardía era vacilante y se perdía hacia un rincón. Entonces contesto:
- Roberto Brown y Ruth Smith, viven en El Dorado, Misiones
-
¿Y tú estudias? - Refirió Germán
-
Sí, estoy por concluir mi
Licenciatura en Antropología Social en la Universidad. Vine
sólo. Vivo en una pensión. Roberto me paga todo para mis estudios. Soy único
hijo, aunque. . .
-
Mira, debes saber que junto a la Comisión de Derechos
Humanos . . .
-
Sí, es lo que no entiendo muy bien
- Interrumpió Fausto
-
. . . de ambos países, Uruguay y
Argentina estamos haciendo un trabajo de seguimiento hacia chicos que fueron
extraídos a sus padres o familiares en la dura época militar - Afirmaba Germán
Araujo
-
Mi panorama está más claro ahora -
Dijo el chico
-
¿Acerca de que detalles en
particular? - Preguntó Germán, mientras González recibía tres cafés que había
solicitado al ujier.
-
En principio algunos sucesos que
nunca me habían cerrado. . . - Su rostro comenzó a tejer telarañas de arrugas
juveniles y de envejecimiento a la vez. Su corazón latiendo le decía que la
vida dura lo había invadido. Cuando volvió a hablar mientras los presidentes
querían escucharlo con ansiedad, esa misma ansiedad era contenida por los tres
recordando la represión. Reveló su voz toda la existencia suya. La existencia subrayada
desde el nacimiento, esa que ahora develaba de frente a autoridades
internacionales y desconocidos, aunque francos merecedores de llamarlos
compañeros de toda una vida. - ¡. . . Estos padres míos! ¡. . .y su pólvora. .
.! ¡. . . y su Banco!
-
Explícate. ¿Qué pólvora? ¿Qué Banco?
- Inquirió
González
-
Desde que tengo uso de razón,
Roberto, fabrica
elementos con pólvora para el ejercito
nacional
argentino. Pero hace poco fui a Misiones
y en casa
estaban reunidos gerentes de Bancos. Le
ofrecieron una
gerencia en Posadas. No entendía nada.
También
siempre me pregunté: ¿A qué se debe y qué
me une a la
Antropología Social?
-
Sabes Fausto, nosotros estudiamos
tu caso y llegamos a
la conclusión que tu verdadera familia
está en Uruguay.
-
¡Pero cómo no lo entendí antes!
-
Fausto, queremos que nos
acompañes. A cuatro cuadras, está la filial Córdoba de Madres de Plaza de Mayo.
Ellas te están esperando - Dijo Germán Araujo. Caminaron bajo el sol tratando
de jerarquizar otros temas de viejos dirigentes izquierdistas. Pero el joven
Fausto, que socialmente comprendía el panorama y evaluaba cabizbajo que, la
vida es solo continuas vivencias y oportunidades donde las debemos dejar transcurrir,
ardía interiormente.
Al arribo, la Presidenta de Madres de
Plaza de Mayo y dos psicólogos lo recibieron. Emocionalmente, se sintió bien.
Durante tres días los profesionales evaluaron sus sentimientos, emociones,
temperamento, comportamiento y todo aquello que hiciera que el joven estuviera
contenido. A su costado Germán, González y Madres eran un solo órgano. Todo iba
encauzándose hacia la realidad. Las Madres destrozadas por las pérdidas de sus
hijos sacaban fuerzas de parimiento, para rescatar al chico en cada palabra que
le proporcionaban. Los psicólogos después de toda la evaluación, tuvieron la
ardua tarea de explicarle que su identidad había sido negociada. Quienes eran
sus padres Roberto y Ruth frente al estado argentino, lo habían adquirido como
un bien más, por intermedio de conocidos dentro del ejército al que le
fabricaban la pólvora.
-
¿Cuánto tiempo hace que no tienes
contacto con ellos? - Le preguntó uno de los psicólogos
-
Aproximadamente unos diez días que
hablé por última vez con Ruth.
-
Bueno es ingrato todo esto, pero debemos anunciarte que ellos, están en
estos momentos encarcelados por defraudación de fondos públicos en Buenos
Aires.
Fausto no conocía aún
esa frontera, esa divisoria de nombres, apellidos, de dos naciones para con un
sólo ser. Un solo ser, que a partir de este momento comenzaba a reconocerse
cromosomáticamente. Sólo, junto a sus nuevos y ocasionales compañeros y
custodias de la salvaguarda de vidas humanas se dirigirían a Buenos Aires. En esta
ciudad que antes visitaba de paseo, hoy trataría de explicarles a Roberto y
Ruth, sólo en media hora y en el Penal de Olmos, toda esta inquiriente novedad.
-
¿Tomamos un café en algún bar?-
Preguntó una de la
Madres,
quienes ahora eran protectoras de aquella juventud oriental, tratando de
quitarle tensión a una situación, más que apremiante para el chico. Después, dos
Presidentes Parlamentarios, dos Madres, dos psicólogos y él, caminaron por tres
cuadras hasta el penal. Por algún breve trozo de tiempo, hacía ya años, el
chico había sentido tan íntimamente el despojo, pero hoy lo vivía en carne
propia. Ese despojo tan decididamente histórico. En ese dolor, pudo saludar al
aire sano, al aire oliente a café, a moka, a chocolate. . . y al humeante
candor que desprendían cinco personas cobijando su alma y las de quien sabe
cuántas más, indefensas, inconclusas de su propio ser, de su propia humanidad,
allí dentro del bar.
-
Fausto, en realidad tú eres legalmente, una persona de
nacionalidad oriental - Rompió el silencio
el otro
psicólogo
-
Entonces, no soy el ser que figura
en mi documentación
Argentina
-
Después de haber realizado todas
las investigaciones
pertinentes, tú eres Abel López, hijo de
Amaranto
López, Arqueólogo y de Margarita García,
Abogada,
militantes de izquierda orientales que
desaparecieron en
mil novecientos setenta. Tu abuelo es
General del
ejército oriental Lisandro López y uno de
los creadores
de la coalición de izquierda Amplia
Mayoría junto a
otros militantes, pero especialmente a su
lado otro
General Ángel Bresciani. Ellos, siguen
esperando tanto
para su patria que la entrega ha sido
total, hasta de
familia. Es por ello que nosotros estamos
aquí, para
continuar en defensa de sus ideales.
-
¿Entonces. . .?
Los
adjetivos que iba a pronunciar Abel, cruzaron la calle tomados de la mano junto
a las demás pautas ortográficas de los luchadores sociales. Entró al penal
acompañado por ellos. Al salir, su figura parecía haber sido trastocada por una
energía cosmogónica, emanada de los rincones más recónditos de quién sabe que
sistema galáctico
-
Queremos que viajemos todos juntos
a Montevideo, para tomar contacto con tus abuelos y que te reconozcan, después
de años. . . - Dijo pausadamente el psicólogo como tratando de que Abel no
sufriera el caos hasta ahora cometido por sociedades perniciosas.
-
Debería pensar, déjenme evaluar.
Repasar, unir. . ., unir una separación en dos, dos familias, dos países. ¡Por
favor. . .!
HOLA. . ., es la sede
de Madres de Plaza de Mayo en Buenos Aires - El atardecer devoraba bosques en
Misiones.
-
Efectivamente, señor. ¿En qué
podemos ayudarlo?
-
Señorita, quisiera hablar con la Presidenta o la Señora Secretaria
de la Institución ,
de parte de Abel López.
-
Un momento por favor.
En
un rincón de los salones de la vieja casona de la
Asociación , Germán, González, Hebe y Laura, esperaban
ansiosos una llamada de Abel. Él durante la noche anterior, había viajado desde
Buenos Aires a Misiones. Veinte horas de mirar al sesgo, el tiempo.
La
llave de la puerta de su casa, se introdujo como tantas veces en el orificio de
la cerradura. Taío, su doberman casi lo desconoció. Sus gruesos caninos, se
mostraban sigilosos y su nariz hocicuda, de poco olfato, tampoco había
detectado a su hermano de crianza. Retiró ropas, algunos enseres personales y
textualmente sobre la mesa del lujoso comedor, dejó escrito:
“Los
límites, esos absurdos absolutistas personales, pretenden que la trascendencia sea la existencia absoluta. Ustedes y yo
somos el objeto de una experiencia directa. Pero el tiempo, ejerce en cada uno,
la idea de revelación y, los elementos de autoridad no limitan la libertad
interior de la credulidad. Por ello, siendo enteramente libre, asumí el
compromiso de una existencia y allí encontré la veracidad de los hechos.
Agradezco la seguridad y el respaldo que, sólo tuvo sentido en ciertos planos
de vuestro hogar. Sin embargo mi yo creyente, me absorbió en su comunidad, me
suprimió los riesgos, me acrecentó mi audacia personal y me ayudó a definir el
otro ser, él que no es comparable a nada. Mi verdadero ser, el que no posee
cantidad, ni necesidad, sólo cualidad y libertad. Hasta siempre. . ., Abel
López”
-
Señor Germán, disculpe usted. . .
-
¿Qué ha pasado hijo?
-
Es qué. . ., estoy en Misiones,
debía regresar en búsqueda de algunas pertenencias, dejar algún mensaje sobre
la mesa y mañana estoy en Córdoba para solicitar una licencia especial en mis
cursos de facultad para pasado mañana a la noche estar allí.
-
Bien querido, te aguardamos aquí
en la Sede de
Madres.
-
Tengan fe, allí estaré.
La
seguridad de sus actos, demostraba la seguridad de su ser. Después del
reencuentro con sus nuevas madres, quedó dispuesto a nuevas tareas sociales profundas.
En
cuarenta y ocho horas, sin límites, el pueblo oriental, repasaba en su memoria,
esa línea que un día cruzara Abel en brazos de los que habían pretendido borrar
su intelectualidad. El Río de la
Plata extendió los suyos.
Mientras, una gigante empresaria naviera, como bolsa dislocada por la
finanza, depositaba a cinco personas en el puerto de Montevideo.
Desde
la puerta trasera de un taxi negro y amarillo descendieron enmarañados en el
lugar indicado. En el asiento delantero, uno de ellos pagaba el importe del
viaje. Momentos antes de entrar, en las escalinatas desgastadas de suplicios,
en el Palacio Legislativo Oriental, una pequeña muchedumbre entre los que se
encontraban organizaciones de Defensa de los Derechos Humanos estaban agolpados
en forma de flor. Más allá un cartel en forma de pasacalle era portado por seis
personas. El mismo agradecía y daba fuerza a Abel y era firmado por Familiares
Desaparecidos Orientales. Luego, con cánticos, emocionaron de tal forma al muchacho que no pudo contener sus lágrimas.
En las personas allí apretujadas, no existían perfumes franceses, pero sí esas
tufanadas de olor a seres humanos, exhaladas por el pubis, las axilas, las
plantas de los pies y el cuerpo todo. El Palacio Legislativo oriental, abrió sus
pórticos sórdidos, y recibió a Abel, Germán, Hebe, Héctor y Laura, a abogados y
psicólogos orientales. A partir de ahora, no había descanso. Él mismo, no se lo
permitiría. Lo recibieron en la Comisión para los
Derechos Humanos, quedando para una fecha a confirmar, una visita a la sala de
sesiones.
Al
salir, las escalinatas sintieron con rigor el aplauso emanado de palmas rojas, de
los familiares que no habían podido entrar. Todos seguían a cinco seres
humanos, que ahora se dirigieron aun ómnibus que los esperaba. Dentro del mismo
quienes pudieron ascender, junto a los que estaban, nunca se volvieron a
olvidar de aquellos olores. Perdieron hasta los sentidos del salado de las
lágrimas, del agrio del sudor, el fétido de algunos alientos y hasta los
agridulces de las alpargatas. Se reconocieron,
se hastiaron de besos, caricias, mimos. Y entre idas y venidas,
recorridas por diferentes entidades trataron de llegar a Plaza Libertad. Antes
del arribo y por los lugares que concurrieron, lo hicieron a la Facultad de Humanidades.
En el laboratorio el Licenciado en Ciencias Bernardino Bertalot, de forma
conjunta con el Magíster en Antropología Gonzalo Fagúndez y la Doctora en Antropología
Forense Marina Sánchez, le realizaron estudios de muestras sanguíneas,
capilares y de mucosa bucal para un estudio de ADN que estaba dispuesto a
realizarse para su verdadera identidad. Sin lugar a dudas que la revelación
sería exacta. Los resultados de los estudios realizados y entregados a los
cinco días fueron fehacientes. Abel era nieto de Lisandro y Dora e hijo de
Amaranto y Margarita.
Ahora
más que nunca, habían dejado el lugar impregnado de libertad.
ABEL
COMENZÓ ENTONCES, a conocer por medio de sus intercomunicadores, esos
peleadores de la libertad irrestricta de los hombres, a nuevos seres. Sus
abuelos iban a terciar con su lucha interna. Ciencia Médica y Familiares fueron
un conglomerado pétreo de voluntades para emprender la búsqueda de sendas de
otros seres que como él debían de conocer la verdadera verdad.
Cuando
llegaron a Plaza Libertad, otra multitud y la misma que se traslado hasta allí,
lo esperaban. Corearon su nombre, el de su padre, el de su madre y el de su
abuelo, viejo general formador de intelectos. Entre la muchedumbre, contiguo a
la estatua de la libertad a la que se le había cortado el tránsito como
rindiéndole honores, otro descolorido ómnibus acababa de apagar su motor.
El estrado estaba preparado, los
parlantes también.
Desde un lateral entre la multitud,
Germán asió por el
hombro a Abel, quien se dio vuelta.
-
Ven por favor
-
¿Dónde vamos?
-
Aquí a este descolorido y viejo
ómnibus - Cuando la puerta se abrió, casi cayéndose por la escalerilla, su
abuelo gritó: ¡. . .Abel! Por detrás Dora su abuela desmayándose, se ahogaba en
llantos.
-
Nieto mío, tantos años - Las
abuelas y madres de Plaza de Mayo junto a las orientales que hacían lo suyo
desde este territorio como Familiares Desparecidos, Serpaj y otros, junto a los
médicos de las organizaciones, miraban
con preocupación y desenfado a la familia reencontrada.
-
¡Este es mi calor! ¡Cuánto
necesitaba este abrazo, abuelos! Ayudado por Germán, su sostén, pudo ascender
al ómnibus. Cuando lo hizo, gente ahogada en llanto, sin bronca, con moral, dieron
comienzo a un grito ensordecedor: ¡Abel!, ¡Abel!. Su abuelo entonaba el himno
nacional, todos se acurrucaron bajo su voz. Todos eran familiares directos e
indirectos de una ausencia reencontrada.
Desde
los altos parlantes colocados sobre los plátanos y árboles de la plaza, una
gran parte de Montevideo supo que: ¡Se mató por descaro! Con bronca contenida y
satisfacción emocionada el general López y su esposa, apretaban a Abel, que
hizo uso de la palabra después de los representantes de de Familiares de
Detenidos Desaparecidos, de Derechos Humanos de nuestro suelo, de
representantes de las organizaciones argentinas y de Germán Araujo.
Cuando
pudo hacerlo, expresó:
“Hermanos,
todo lo que es mera posesión, está sujeto a cambios - Los aplausos, derrotaron
la tarde – Hemos asistido en estos años duros a tormentos corporales y
anímicos. Más allá, están los valores espirituales. ¡Se habían olvidado de
ello! - Nuevamente el león ronco de las voces del pueblo, rugió - ¡¿Ustedes
creen que una persona puede ser representada o sustituida por otra?! ¡Jamás
hermanos!
Cuando
dos seres, viven un auténtico amor, lo viven para siempre. ¡Y yo soy el fruto
de ello! Mamá y papá supieron de ese amor hasta en la muerte. ¡Por eso el amor
es eterno. Germán, Hebe, los compañeros Héctor y Laura, junto a todos los
orientales compatriotas que se destacaron por este gesto de búsqueda incansable,
siguen en la búsqueda de la verdad eterna. Ahora, se suma uno más para ello.
Porque el valor de verdad eterna también es obra del hombre del bien. En este
sur del continente americano, ha habido verdades subjetivas que se quisieron
hacer pasar por eternas- Un abucheo generalizado de ¡Milicos asesinos!, dejaba
que el aire penetrara en su interior - Sólo el tiempo, el después, han hecho
comprender y han descubierto que eran errores que creíamos verdaderos - Las
nubes casi grisáceas, armonizaban al cielo que por sobre el coro de voces de la Plaza Libertad , instauraban el
clima allí dominante - Una institución pretendidamente legalizada en la vida
social de un país y en el estado, quiso trascender al mundo como categoría
dominante de posesión de sus integrantes. Todo es en vano, acaece todo en la
voluntad de posesión, inspirados en razones económicas, en la compra y ventas
de armas, en la guerra. Pero el único deseo de los corazones de mis padres y el
mío, fue y es entender el valor espiritual de la persona sin condiciones. Y ayudar
para que el postulado de la capacidad sea: la elección. Pero aquí estoy, para ello, para ayudar en lo que pueda a
construir un ser racional para mi estado.- Las voces, a veces se sobreponían
con cánticos antimilitares.- Estoy dispuesto a trabajar en Derechos Humanos para
que: ‘El verdadero hombre, no sea un ser
fácil, embaucador, para ello he venido’. Les ruego me permitan ahora disfrutar
con mis verdaderos familiares. . . ¡Hasta la victoria!
ABEL,
RETORNA A CÓRDOBA, ciudad breve, como los períodos de tiempo que se suman y se restan para concluir en la neutralidad y
así terminar su Licenciatura en Antropología. Demuestra que el desinterés por
su captores de la niñez, fue quedando en el olvido. Su voluntad cobró fuerza de
luz potente, siempre ayudado por su psicólogo en Montevideo. Esto abrió caminos
nuevos y profundos. En el duro invierno cordobés, frente a tres profesores
estaba rindiendo su último examen con un cuadro de exposiciones brillante sobre
sociología. Con ello demostraba a los
catedráticos, la forma en que debe de pensar el ser humano. Por otra parte,
ellos ya habían corregido su monografía en la carpeta final, él había
demostrado que era cuestión solo de estudio y gran parte de genialidad.
Fue
ese el momento tal vez inoportuno, pero real. Entró allí casi exhausta la Licenciada Mary
Estevez, vieja conocida por todos en la cátedra.
-
¡Disculpen ustedes! - Jadearon sus
palabras y todos la miraron en un tono de inoportunidad - ¡Es que necesito
hablar urgente con Abel. . .! ¡Por favor! - La mesa examinadora quedó
boquiabierta y pensativa.
-
Perdón, con Fausto Brown - Refirió
la presidencia de la mesa
-
Sí, sí. . . - dijo Mary
temblándole la voz
-
Es que estamos concluyendo el
examen Licenciada. Déjanos disfrutar de la capacidad estremecedora del joven.
-
Abel, sabes que quiero informarte.
. ., - Su voz ahora trémula se sobrepuso a la de todos
-
¿Cómo conoces mi nombre? -
Interrogó el muchacho que al instante se paró caminó tres o cuatro metros,
entrecerró la puerta y atendió a Mary por la hendija que quedó. Desde el
pasillo donde ella se encontraba le habló algunas palabras al joven que los
miembros del tribunal examinador no alcanzaron a escuchar.
-
¡Abel, Rosa me llamó por teléfono
desde Uruguay y me contó todo. Estoy desenfrenada, mi emoción no tiene límites.
Pero hay más. . ., los huesos. . ., aquellos que descubriste en las rocas de
Cerro Largo cuando fuimos, los Departamentos de Antropología y Medicina Forense de Uruguay junto con tus
exámenes ADN cotejándolos pudieron dictaminar que eran los cadáveres de tus
padres, Amaranto y Margarita - El muchacho, altiva su mirada, sus sentimientos
encontrados, su ser atado a su firmeza, acarició por el espacio diminuto de la
puerta, la mejilla de Mary, dio vuelta, miró al tribunal, se sentó frente a
ellos. . . y lloró, exhaustivamente lloró.
-
Hijo, damos por finalizada tu
prueba - Exclamó la presidente, a
sabiendas de ser madre y de los comentarios ocurridos durante algún tiempo
entre el profesorado de la
Universidad sobre la veradera identidad de Abel - La
certificación de Licenciado en Antropología, Sociología y Ciencias Sociales, la
puedes recoger en bedelía, cuando allí te informen - Los catedráticos se pararon,
todos le saludaron con un fuerte y emocionado abrazo, aunque sin decirle nada.
. . El último en salir, miró al chico fijamente
desde la puerta que, apoyando sus lentes sobre unos libros, desató su sollozo
en un viejo y vacío salón de clase pero donde entraba un aire fresco y liviano
desde las hojas de la ventana entreabierta.
TRES AÑOS DESPUÉS, Abel revalidaba su
Licenciatura
Universitaria en territorio oriental.
En
al año dos mil seis trabajando siempre en el área social y para los
organismos de derechos humanos, fue a presenciar y luchar junto a
centenares de personas en el frente de los juzgados en la calle Misiones de la
ciudad de Montevideo.
Allí,
detrás de los vallados especiales, permaneció parado y hincado horas. En cada mano llevaba un
cartel. En cada mano llevaba el alma y el espíritu combativo de Amaranto y
Margarita.
Gritos
al unísono escuchaba su ser acorazado de rebeldía y fortalecimiento familiar.
Hacía
dos años su abuelo Lisandro había recibido el título de Doctor Honoris Causa en
el paraninfo de la
Universidad de la República. Él, junto a su abuela y su tía lo
acompañaron y lloraron de alegría después que el viejo general, ya desgastado
por la lucha denodada en pro de la verdadera justicia social, leyó un mensaje
al pueblo con una oratoria digna de un ser humano sin límites. En aquel momento
se había referido a que: ‘La justicia social no es de derecha ni de izquierda,
es la libertad de los seres humanos nacidos en cualquier lugar de nuestro
territorio, con el compromiso ciudadano de crecer y vivir con dignidad, sin
categoría’ Pero Lisandro ya no estaba. Hacía casi un año que había muerto.
Abel
vivía ahora con su abuela ya anciana. Ella también estaba junto él en la calle.
Redimían espíritus sin precio y almas acongojadas.
Pero
de todos los violadores y asesinos que bajaron escoltados y custodiados por
policías del Ministerio de Interior a declarar ante el juez, uno miró las luces
que eran accionadas por los disparadores de las cámaras fotográficas. En él se vio el esbozó de una muesca de
sonrisa, la misma, curvo su rostro, bajó
su torso, sacudió la cabeza y el viento le voló el gorro.
Todos
gritaron de forma conjunta: “Pajarito, hijo de puta, la puta que te parió”
Desde otro rincón y por detrás de las vallas una mujer de las tantas que habría
torturado, gritaba con constancia: “Pajarito, la vas a pagar”
Su
abuela con las piernas endebles y los brazos arrugados de dolor, junto a su
nieto enhiesto, se miraron. Después de años volvieron a escuchar ese diminutivo.
Volvieron su rostro para mirarlo. Pajarito Saldaña, en medio del torbellino de
policías, cayó al piso esposado. Los milicos no supieron a quien recurrir.
Llovieron objetos y pancartas que tapaban parcialmente el presunto cadáver del torturador que padecía cáncer hacia un
año y medio. Volvieron a su casa con Margarita y Amaranto al hombro. Caminaron
durante veinticinco cuadras hasta allí, de donde una vez habían sido extraído
ambos. Entraron y al encender la radio, una estación anunciaba la noticia: “
Saldaña seguía viviendo, ahora con una hemiplejía que le había paralizado
totalmente su organismo aunque sin perder su conocimiento”
Abel,
sólo le dijo a su abuela: “Los hombres libres, no pueden ser ni previstos, ni
explicados”.
Colonia 2009
Edición Artesanal e
Independiente