viernes, 21 de marzo de 2014

Otro de mi lugar. . . sería que no pudo ser Valizas!!! pero te encontraré!!!


Horacio Santana







Canto a Valizas








Edición Artesanal e Independiente

                                             


Fragmentos de:   “Oda al Mar”
                                   Pablo Neruda
                                                   . . .Oh mar, así te llamas
                                       oh camarada océano
                                               no pierdas tiempo y agua,
                                     no te sacudas tanto,
                      ayúdanos,
                                        somos los pequeñitos
                         pescadores,
                                            los hombres de la orilla,
                                         tenemos frío y hambre,
                                        eres nuestro enemigo,
                                        no golpees tan fuerte,
                                         no grites de ese modo,
                                  abre tu caja verde
                                 y déjanos a todos
                          en las manos
                                   tu regalo de plata:
                                   el pez de cada día.

                                                . . . danos a cada hombre,
                a cada
                                      mujer y a cada niño,
                                             un pez grande o pequeño
                    cada día.

                                           . . .Todo lo arreglamos
                          poco a poco:
                                      te obligaremos, mar,
                                         te obligaremos, tierra,
                                 a hacer milagros,
                                                 porque en nosotros mismos,
                                                  en la lucha
                                                  está el pez,
                     está el pan,
                            está el milagro.








Debo dedicar este sencillo “Canto a Valizas”,
a aquéllos que con su fuerza hicieron que
llegara hasta este pueblo,  paraíso uruguayo.
A mi familia, por qué junto a mí se
establecieron dentro de él, en Aladino,
el rancho que nos sigue cobijando.
A sus vecinos y  pescadores que nos acogieron
cómo verdaderos y genuinos Valizeños Uruguayos.
A todos, dedico con humildad estos veintiocho cantos,
que cómo ya habrán leído más arriba, estimo,
que Neruda con sus Odas, ya lo había incorporado
dentro de su ser muchos años antes, porque
en su Chile natal hay muchos lugares parecidos
a éste, pero como el nuestro, ninguno.
Y por último, a la mar, que nos golpea el oído,
todos nuestros días Valizeños . . .

                                                                        El Autor




Canto a Valizas



I
                                                        1-3-2004
                                          Al arribo y sin conocimiento. . .

Valizas me prendiste
en tu modesto solar. . .
¡Cuántos piratas te habrán mirado
desde la costa del mar!
En tus peñascos milenarios
que nos miran desde atrás
el alma del aborigen
acecha desde el arenal.
Me prendió tu luz pequeña,
tu arroyo, tus ingresiones;
mis piernas están cansadas
me las sostienen las dunas,
en este ardiente caminar.
Los míos están gozando
de tu solario mordaz,
y es el ruido del océano,
su estridencia constante
que nos logra recordar. . .
¡Si supieras dónde te escribo!,
sentado en tus arenas blancas,
entre tus rocas parado,
mirando el horizonte estoy
y me aprisiona tan fuerte
una congoja infernal
sabiendo que mis hermanos,
los de ayer y más atrás,
aquellos de crines al viento
se ahogaron en un mar salado
de lágrimas, la última vez . . .
Los traidores traicionaron
a mi raza  americana
y ya está descubierto hoy.
¡No te preocupes Valizas!!
los  que se dicen patriotas
de la raza americana,
antes de pisar tu vientre
cojearan de rodillas
mirando a tus pobladores
y te besarán el ceño
con reverencia al sol naciente
para broncear los límites de mi patria
desde aquí. . . , desde esta parte,
¡Valizas tierra oriental!!




II

                                                                 2-3-04

Estoy bajo la luna,
destellos de un sol nocturno
que estalla bajo el candil
que me alumbra y me penumbra:
en Valizas.
El océano, la sal de la noche
no deja incrustar el almíbar
de ti, de tus acacias, de tus  ranchos,
de mi rancho: Aladino. . .
Semiderruído en tus dunas
se nos subió a cuesta,
nos tiró hacia el arroyo
y los destellos siguen impactando al corazón.
Si no te hubiera descubierto Valizas,
¡cómo se me hubiera
aquejumbrado el alma!
Por eso hoy, mirando
el cerro Buena Vista,
tus playas degolladas en olas
segundo a segundo,
instante a instante,
me divierto incansablemente de mis locuras
y junto a tus personajes
que me escucharon con respeto,
hoy me tienes aquí,
junto a mi Aladino:
y sin lámparas maravillosas,
sólo, bajo,
¡bajo el sol nocturno de Valizas!!





III

                                                                        17-5-2004
                                                Al arribar por segunda vez. . .

 

Vuelvo y trasvuelvo,

redondeo el andar cansino

de mi automóvil y al arribo,
otra vez, junto a ti,
compañera de hierro
de mis andanzas imparables,
en ruidos rompientes
de solemnidad nocturna
amarramos en Valizas. . .
Este pueblo nos cobija,
Aladino, abre su bocaza verde
 entonces, revolvemos los vapores
internos del rancho entre croares,
graznidos y acacias.
Nuestras voluntades
 desparraman arena de tu arenal,
mientras tus hombres y mujeres
duermen silenciosos calendarios.
Al oído, la mar,
 nos susurra la madrugada


IV

                                                            9-6-2004

Después que estuvimos,
dormimos
acicateando sueños,
perennes hoy nos cobijaron.
Desperté, el rebozo

de diarios

nos había empapelado.
Desperezarse,
mueve inquietudes internas,
la mañana tempranera
despabila sueños
y allí junto al níspero,
la gota de agua y el rocío
nos reflejó con sutileza,
nos trampeó,
guiñó un ojo
y las fuerzas se reponen.
Cortejándonos,
la sociedad que se aniquila,
saca fuerzas, se vuelve solidaria
y el camarón, símbolo de ti
y tus olores axilares,
se despeña sobre nosotros,
inentendidos y recién llegados.
Pero allí no más,
la mirada desparramada de ambos
nos plasma en labores rutinarias;
demostrándote que,
estamos internamente en ti.


V

                                                     11-6-2004

Tu  tiempo es distinto.
Sacado de la irrealidad,
se monta a la realidad impura,
ridícula,
orquestada por mentes necias.
Pero tu irrealidad me da ánimo,
me hace trotar,
trabajar
hasta el agotamiento.
Es pasmada,
curtida a yodo,
sentada por años
en las puertas de los ranchos,
casas, boliches;
la miramos irreal
aquellos que,
llegamos por primera vez.
Se la nota en el gato nocturno,
caminando por las calles
como perro de compañía,
bajo la luna,
Pero no,
el gato tiene instinto
y nos acompaña,
porque tu atmósfera
le duplica su felinidad
y la suple,
para que sus patas
nos demuestren
la galantería de recibirnos.


VI


                                                           12-6-2004


Arduos e introducidos;
tu temple viril,
rudo como rayo de meteoro
amortizado sobre tus dunas,
endureció nuestras pieles,
peinó cabelleras greñosas
por días,
recogió agua en baldes,
saneó nuestras humanidades.
Entonces, tu temple viril,
se manifestó en capas geológicas
al costado de Aladino.
Comenzamos
a contemplar tu interior
de a cinco centímetros.
Arena, tosca,
barro de tu primer
aluvión penetrado
desde llanuras antiquísmas,
y agua. . .
Tu primer napa freática,
con mezcla de arcilla azulada,
congestionada de olores fosilizados,
pero ecuánime,
nos mostraba,
que, nuestro reflejo,
en ella, era y no era,
transportándonos al
laberinto de tu estómago.
Como cavadores de arena gruesa,
seguíamos explorando,
ahora, canto rodado,
arcilla blanca lechosa,
propia de la infidelidad
con que te habrán tratado.
¡Allí estaba!,
dulce,
como nos habían explicado.
Incrédulos, vimos
fluir esa dulzura
de tus entrañas,
aquella que,
 nos recibió superficialmente.
Codeándonos
con el destino,
esa cachimba pura, cristalina
mana y mana,
hace brotar tu corazón
y las caracolas de su fondo
la limpian aún más.
Tiernamente la bebes,
brutalmente la sorbes
 cloqueando,
asiremos, nuestro
nuevo futuro interior
¡dentro de ti!



 VII

12-6-2004


Desde tus malecones,
balconeamos bordes,
arcilla negra, pegajosa,
nos hunde los pies,
 como un perro verde
tu arroyo los lame;
nuestros pasos
de regreso,
fueron bienvenidos
a vuestra casa.
Cobrizos,
estirados y arrugados,
“El Chino”, “Liro”,
“Germán”, “El Gordo Pablo”
y otros cueros pescadores,
se afirmaron
en los costaneros,
delimitantes transitorios
de su conocimiento.
Nos acogieron, nos abrazaron,
la amistad,
galopó en nosotros.
Por eso nos motivaste.
Estos papeles,
arrugados, pero míos,
tienen una particularidad,
son sensibles.
No conocimos
el viento que habrá
surcado las cabelleras
de tus fundadores,
de los Veiga, del Veco
y de tantos otros.
Pero la música
del oleaje
oceánico verdoso
bajada a tierra por ellos,
 la escurrida
naturalmente a bordo,
absorbe la séptima nota
de tu escala diatónica
y la sentimos vibrando
en el pentagrama del alma.

VIII


                                                                  7-6-2004


¡Cómo silencias tu tiempo
Valizas!
Es silencioso,
coloquial, discreto.
El mío interior,
se fundió en mis hombros,
los retorció.
Antiguamente no existía,
paseaba días juveniles,
¡no en ti!.
Hoy,
ésta vida agobiante
subió a mis andas,
penetró en mí.
¡No encontraba desmarañarla!
Por fin,
los reinos
animal,
vegetal,
mineral,
regularizan
mis ansias,
y el tiempo.
Ya no se tiran
dunas abajo,
se sientan y me miran,
se disponen
a que disponga. . .
En tu vientre interior,
vidrio acuoso
hecho a naturaleza,
forjado a patos,
a anguilas,
gallaretas,
alambrados,
algún pescador
de los tuyos
pasó su mano,
la deslizó sobre tu vientre;
y yo con mis
cargas, me zambullí.
¡Y aquí estoy,
en franca recuperación!


 IX

                                                             17-6-2004


Murmurándote
que nos íbamos,
se concretó.
Antonio solícito,
su arqueología
escarbada,
plumereada,
acrecentó las crestas
de olas ansiosas,
desvalidas.
Arribamos a su rancho,
¡nos esperaba!,
en fila,
deambulamos
por lomos;
y sin quejarnos,
los médanos,
dejaban escuchar
el crujido
de sus huesos.
Las gramillas,
rosetas
paradas de punta,
no ocultaron
el paisaje
circundante,
aéreo,
terrestre,
acuífero,
sentimental,
confeccionado
para que,
éste humilde
malhechor de letras,
como mínimo
le cantara.
¡Oye mi canto!,
influenciado,
acarrea
pretenciosos
centenarios años
de otras tierras.
Pero tus arenales,
el mecer
de tus ramas,
tus soleras,
horcones,
hasta cumbreras,
fortifican
mi grito,
este grito rojo
de sangre,
de fatigas nuevas,
 con él, aprenderán
aquellos pretendidos
pretenciosos patrimoniales,
que:
muy cerca de mi tierra,
y,
conocida con antelación,
quieta, llana,
aún pura,
¡está tu tierra!
¡Qué no te conozcan ellos. . .!



 X

                                                            19-6-2004


Igual y extendida,
sin altos ni bajos,
como  cara
de una hoja
de papel,
es tu cintura,
tu centro,
tus alrededores
que me aquelarran
el pensamiento,
me profundizan
en tus caminos,
me sombrean
por el día,
clareándome
por la noche.
Yo ruedo
sin parar aparente,
aunque,
quieto, aflora
estrepitosamente,
calcáreo,
sesga el
gorjeo de
tu jilguero,
no obstante,
me musica
el espíritu,
y la música
provoca esto,
sólo esto,
pequeñamente esto. . .
Ahora,
tus caderas,
tu ombligo,
tu contorno
enternecido,
desatan la
alquimia,
el frenesí cantonero,
cuando penetro
en tus umbrales
poblados.                                     

 XI


                                                               27-10-2004
                                                   En nuestro tercer viaje. . .


Siempre atracamos
al amarre
del arribo.
Las tablas estiradas,
panzudas,
flacas,
nos reciben.
Arqueados,
enjutos,
con hambre
de ventilarnos
interiormente el interior,
en tu interior.
Escobeado el arenal
receptor,
Aladino de maravillas
volvió a frotarnos
nuestras mentes
atormentadas, lustrosas,
provenientes de
manzanas verdes,
agrias, casi,
sin sabor dulce
¡de nuestra dislocada y
pretendida patrimonial ciudad!!



 XII

                                                            1-11-2004


¡Si nos hubieran visto!,
quejosos por fuera,
gozosos por dentro;
escrachábamos el oído
en la mar. . .
El cielo,
lloroso
sobre ti
y todo lo encontrado,
sopló dubitativamente
 insuflando
vientos primaverales,
oscuros,
atormentados,
verdosos,
amargaritados,
rayados de sol.
Sonorizaron
hasta
en la noche.
Adosados,
destellos frecuentes
del faro lobero,
rocas lamidas,
llenaron nuestros
cerebros de olores
por entre maderas
y pajas bravas.
¡Nos seguiste nutriendo
nuestra primavera
alicaída,
 argenta,
por la que nos desplazamos
a recargarnos!


 XIII

                                                                5-11-2004


¡Cuándo canta
el gallo
en Valizas!,
el Chino,
su dueño,
pestañea las lagañas,
las brasas,
enrojecen
 cenizando el hogar,
la mar cacarea,
las dunas
crispan las plumas. . .
!Cuándo canta
el gallo
en Valizas!,
la flaca Lucky
enflaquece,
la Pato, vuelca
una gota de
vino demás,
Gustavo enletece,
fuma y adormece. . .
¡Cuándo canta
el gallo
en Valizas!,
la “morocha”
se menea,
el “pirata”
cierra el ojo negro. . .,
el Mondeja
ni lo escucha.
Teresita y yo,
abrimos la ventana
del fondo,
envueltos en risas
dejamos que el sol
abrace las cobijas
y nos dejamos llevar. . .


 XIV

                                                            16-2-2005


Escucha hacia el Este,
un monteador;
hacia aquí,
bar. . ., risas, oquedades,
desquites de noches de monte.
Allí, tus palos derechos
apuntalan quinchos caídos.
¡Y de tus cardúmenes,
cangrejales, barranquillas!
¡Cuéntame minuana Valizas!
¿Son tus lazos verdosos,
ahorcajados hacia el Oeste,
los que permiten
que sobre tus ombúes
cuelgue alguna
espina dorsal de lenguado,
que se golpeó
en las zambullidas laguneras?
En tu centro,
la acacia sacude,
suaviza, aminora el viento,
y tu transportas,
 tu deliciosa estirpe rochense.


 XV

                                                                  18-2-2005


¡Cuántas tramas
hiladas dentro
de tu esqueleto!
¡Ay, se contempla!
En eso,
salió despavorido
el grito costero,
cerrado, mal oído.
¡No hay agua,
no cala!
Salinos y fogosos
chirriaban los dientes,
el ser humano decrépito
succionado en la salida
del arroyo,
caía a estribor
y las dunas reían.
En las bodegas,
la corvina, el pez espada,
el gatuzo. . .,
no aguantan más,
necesitan salir,
curados,
flaquearán en tus bolsillos.
Hasta otro día. . .



 XVI

                                                           20-2-2005


Faltan metros
para el comienzo
del océano.
Ése, atrapa,
iodiza,
calcifica,
te verdea,
y si puede,
te demanda a la
fina, o gruesa,
gama amarillo amarronada,
deposita a sus pies
manos que se revuelcan,
se retuercen
cómo sirenas,
cual macho bravío
diversificando formas y colores.
Por días, meses,
allí están ellos,
sus proles,
en fogón, en rueda,
procesión de velas y vinos,
cansados y felices. . .
Por qué los artesanos,
¡también son Valizas!


 XVII

                                                     29-10-2005

Mirando los pies rajados
en el lento transitar de tus hombres,
nadie encuentra homilías,
pocos extirpan dolores,
tus yuyos extendidos
y bañados en lodazales,
sustancian la boca de todos.
Para mí, que se vengan
declinando sus raíces
y alimenten  mi ser.
Las cáscaras de tus palos derruidos,
de tus alfajías, me suavizan también,
y con ello sobre mí,
¡derrotan mis viajes hasta ti,
pequeño poblado marinero!


 XVIII

                                                              28-10-2005

Saca tu quilla a bordo
¡Valizas!!
Deja tus cunetas al
encanto croar de ranas,
deja tus velas arriadas
¡Valizas!!
Que la muchedumbre sólo te
penetre en el calor, en el sol,
y que el cardumen
se haga agua en tu boca
de abril a noviembre.
No es de otra manera
que vives de tu nobleza
¡Valizas!!


XIX

                                                       3-11-2005

Atravesamos el arroyo,
apenas si muevo los dedos,
los pies me dieron lata, ¡qué lata!;
me bombardearon signos, palabras,
pero eran de estímulo,
mi oído con sordera de mar,
te arranca de mi lado.
Tomo un descanso,
recuerdo,
miro desde dentro de ti
a Aladino,
recrudece mi seguridad mayor
al saber que lo tengo
con sábanas que me han rozado,
leños, agua,
abrigo para jamás moverse. . .
Resguardo
algún peligro de incertidumbre,
porque el tiempo,
este maldito movimiento inerte,
me vuelve a retrotraer
al desenfreno de saber si te
trastocan la línea de vida.
¡Qué no te paralicen
a lo que has sobrevivido,
Valizas!


XX
                                                         5-11-2005
¡Sé, qué no estás paralizada!
Sé, qué no finges tu permanencia,
sé, también,
qué mi cuadrante de sueño,
aparece sobre tu Arco Iris,
sobre las cíclicas llamadas
de los animales de la mar,
del monte,
esos aullidos interiores
que una vez empezaron
y jamás terminarán.
Lo he visto, frotas maderos
y al instante, dominas al enemigo,
espantas las bestias
que no te distinguen,
pero no engendras violencia.
Enseñas, de pintar cuadros,
de descongestionar nervios,
de desenlutar fiestas,
de medir infinitos nocturnos,
de construir mil maneras el universo.
Si otra vez te escribo,
el azar y yo, te adoraremos
con temperaturas corporales
de fondos de mares,
desde donde millones de hermanas
de cinco puntas, no lo imaginaron,
desde dónde tú, sí,
clavaste la punta de tu aleta
en tierra firme.
¡Es, la aurora que nos encuentra
a todos los que vemos
tus colores, Valizas!


 XXI

                  21-7-2008

Tiemblan tus huesos,
voces se levantan,
se empluma el tiempo,
el cuero se tapa
la lana vibra
cuando despiertas
entonces. . .
crujes!
el temblor de Aladino
 tose por la ventanuca
esputa sus vapores
y miras . . .
el mar emplumado
el cuero arrugado de un sapo croando
teje lana de oveja
del otro lado
del alambrado
 el atardecer
comienza con su temblor


 XXII

                                        22-7-2008

Gris notable
de los vidrios empañados
gotas, regodean el fruto
de la mar a mis espaldas
situación de cresta
que una ola me crespa
el interior y neblina
el que ella y yo
disfrutemos en esos
julios que enaltecen
la tempestad:
 de mi Valizas


XXIII

                     22-7-2008

Qué viento sopla mis lagrimales!
Él maneja
el agua de lodazales,
sube y sube,
discierne en un parloteo
breve;
sobre el mojinete
ofrenda del arenal,
húmedo y fresco
ondulante un
caminito de arena
crea un apócrifo temblor
sustenta tenues margaritas
que cabalgan
a lomo liso
en chapas caprichosas
serpenteantes,
boquiabiertas
al rayo de sol
que hoy
se esfumó,
a fumarse una nube


XXIV
 
                                               22-1-2008

Este Valizas!
Nublado en Julio
desierto en Julio
sólo algún animal
de huestes ajenas
desdobla el agua,
marea el mar
y juntos sin
ver siquiera
la soledad
amarillea de quietud
inquebrantablemente
lejos de aquélla
tristeza
causante
de la Colonia


XXV

                                                      2-4-2008

Pasos. . .,
tras pasos. . ., tormenta,
adelante,  pasos;
me miraron espartillos
inquietando el amarillo
juglar de mi jilguero
entre ocres serpenteantes
de tus hojas,
las acacias me devoran
el pájaro interno que poseo,
fluye un lenguaje
disipado mientras truena
y entre el pueblo
de mis días,
allano el beso
que me dieras


 XXVI

                                                    24-7-2008


Azoras el rompiente
de la playa;
una tarde gris
salgo a detonar
yo también
junto al relámpago
sólo,
vertiginoso,
me pregunto:
pasaron tus huellas
los médanos lamidos
por tempestades
y oleajes
frente al transitar
taciturno del ojo                           
avisor del navegante?


 XXVII

                                                     26-7-2008

Inquietas,
las líneas arriba
circundan, éste
esteño cielo,
concentran
necesidad de
encontrarse
con aquellas que
en el horizonte vagan;
se miran, las veo,
se hacen muescas,
corretean
estelas en la mar
enfurecida,
ésta, leva gaviotas
que a su encuentro irán
en búsqueda de libertad,
la playa enseña
entre esos grises,
miles de siris
que viudos por meses,
desde el arroyo
intangible afluente
de la mar,
sus hijos recibirán


XXVIII

                                                            25-7-2008

Blanca espuma
de mar,
saliva
de quién sabe cuántos
enojados animales
que en su entuerto
por descansar
lanzan escupitajos
que  estremecen,
salando el alma
de nuestros médanos
rodeados de maleamores





































  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 











 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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