'Libro de Sofía' presentado en Patio de Casa de la Cultura de Colonia del Sacramento Uruguay en octubre de 2011 junto a cien niños de primer año de diversas escuelas de la localidad y el Coro de Niños de la misma Casa de la Cultura. Aguardo que os guste y vuestros comentarios.
Libro de Sofía
Prólogo
Este es un
pequeño libro. No por ello, deja de mostrarme un mundo. A mí, como pretendido
escritor de letras, a mi esposa, como madre criadora de hijos, a mis suegros
como trabajadores de vida, a mis hijos Brenan y Gabino y mi yerno Alejandro
como gente nueva que desde aquí, en este lugar que nos deparó el destino,
procuran y lo hacen, sensibilizarse como
personas de bien. En cuanto a los que nos ven desde otra dimensión, seguro
estoy, que están alegres de recibir estas semblanzas, porque ellos pretendieron
para su esperada prolongación de vida lo mejor hacia nosotros, mi madre Sally,
mi padre Julio, los abuelos Esther y Hugo, desde allí nos conmueven y a mí en
especial para que estos papeles, vean luz.
En cuanto a los
demás Juan, Estela, padrinos, tíos, primos y nuestras largas familias,
seguramente con este librillo descubriré algún día, el desprendimiento de
alguna emoción sincera desde el espíritu mismo. Dentro del mundo en
que vivimos, desde hace poco tiempo, junto a Sofía.
Y a ti, mi
nieta, cuando entiendas las vocales, las consonantes, las puntuaciones, el
poema y la prosa, espero, puedas disimular los defectos de tu abuelo.
Si puede
arrancarte una sonrisa de las que me brindabas en tu primeros meses, la mía
volará con la tuya por espacios inconmensurables y alegres. . .
Tu abuelo Horacio
so mos 26-8--2004
Somos una familia así,
no más,
con pocas situaciones
del si,
con muchas del esfuerzo.
Pero de nuestros
alelíes, marimonias,
y álamos como velas
del alma,
desprendemos luz,
luz tenue de los momentos,
pero que deshollina la
secularidad social,
intrínseca, intangible. Y ahora con el brillo del candil propio de Sofía,
somos felices,
hasta que llegue
la verdadera felicidad
trashumana.
A nuestro embrión nieto
14-1-04
Arribaron
a dos caras,
sonrientes,
orgullosos. . .,
mi
penumbra personal
arrebatada
de la puerta trasera del automóvil,
me
la arrancaron circunstancialmente. . .
y
quedé paralizado.
Ellos,
nos traían con frescura reciente,
a
nuestro embrión nieto
que,
con los cálculos médicos sobre sí,
nos
demostraba en el limbo de las conciencias,
que
hoy era su día. . .
Apeé
mis pies semigastados
y
entonces, emociones a raudales
corrieron
por nuestros esqueletos,
el
de su tío, el de su abuela,
los
de sus viejos abuelos
y
presentí que, hasta
en
Juan Lacaze los movilizó. . .
Sin
duda que el mío,
sacudido
y tembloroso
oteó
el hoy eficaz,
de
la creación puesta en realidad.
A nuestro embrión nieto, intranquilo. . .
A nuestro embrión nieto, intranquilo. . .
28-1-04
Despertaron
los pasos
nuestra
siesta adormecida.
Nos
llevaron,
abrochando
broches desabrochados
de
la camisa a líneas,
la
solera asolerada
y en
un lugar medicinal,
entre
untos gelatinosos,
tu
piel, nuestra piel,
empezaba
su estiramiento fluctuante, precoz.
Todos
allí, veíamos píxeles de vida
y
azorados, entre risas, lágrimas
y
palabras enternecedoras,
elogiábamos
su corazón inquieto,
pulsando
pulsaciones arrítmicas,
mientras
tu placenta, hija,
nutría
a nuestro embrión nieto intranquilo.
Nuestra hija, tu hija.
23-8-2004
En
el inmenso
lugar
del espacio,
tu
gestación
estaba
consumada.
Retuviste,
forzaste
hacia
tu interior
tanto
y más aún,
que
dilataste
el
tejido genético, orgánico.
Después,
ocho meses después,
tu
aposento
que
fue tuyo
aquellos
años,
hoy,
los cobija.
Sí,
porque
el
almizcle amargo
de
los primeros momentos,
fue
superado
ampliamente,
endulzado
con miel
de
tus entrañas;
cuando
el paladar
en
tu hermano,
tus
abuelos
y
nosotros,
dejó
imborrable por siempre
el
sabor,
de
las mejillas de Sofía.
Células, regodeos. . . y Sofía
26-8-2004
Ahora,
ya pasado
un
mes, pude.
Mis
células,
se esforzaban,
se
rizaban,
se
erizaban
¡de
tanto escalofrío!
Éste,
corrió
hasta
pretender
saturarlas,
amedrentarlas,
partirlas
en añicos;
pero
no pudo,
se
transformó
en
frío,
en
un subcalor acalorado,
y
hoy,
con mi temperatura
danzando
en mí,
los
veo recorriendo
patios,
muros nuevos,
aspirando
cal hidratada,
previniendo
telarañas. . .,
los
tres, están en familia.
La
integración, superó
forceps
metálicos
y el
metal se transformó
en
llanto, olor a leche,
y
los pequeños regodeos tiernos,
color de lirios, de
hortensias. . .,
son
de Sofía.
Defino. . .
13-11-2004
Quiero sortear
las
oscuridades anómalas.
Las
sorteo,
exploro
mi carpeta,
defino
la imagen,
la
curva de tus mejillas,
el
gorjeo entreabierto
de
tus labios,
los
pozos celestes,
la
grandeza
de
tu futura generación
me
deslumbra.
Mi
contexto no espira,
aspira
tus olores lácteos;
Sofía.
Tus sensaciones
13-11-2004
Eres
la luna,
trasnoche
de pies descalzos,
inquietudes
de padres,
pechos
aderezados de leche.
Sin
pestañear
saboreas
vitaminas,
hipas,
eructas,
vomitas
frescura,
blancura,
color de rosa.
Despides
sistemas aéreos,
a
todo ello,
ellos,
claros
de cuatro meses,
insisten
en mostrarnos
luz
de luna,
reflejada
e itinerante
en
tu piel, beba.
Rollitos. . .
17-11-2004
Rollitos,
rollizos,
sensibles
que somos,
arrugas,
arrugamos.
Estoicos,
parados,
el
beso,
destina
tú
ombligo perfecto.
Bobeamos,
la baba
y la
renguera
nos
debilita el ser. . .
abuelos.
Su sonrisa, su beso. . .
23-7-2005
Hoy
hace ya un año,
Sofía
gira el cuello,
nos
mira. . .
dos
blancos dientes parten las encías
y
por entre su beso
su
sonrisa,
nos
parte el corazón.
Contemplación
23-7-2005
Detrás
del vidrio
se
escapa tu manito,
siempre
detrás del vidrio
se
escapan tus ojos azules,
por
delante del cordón de
la
vereda me disloco
de
pies a cabeza,
¡contemplándote,
Sofía!
Ronquidos
26-10-2005
Tus
muecas me ejercitan.
Tus
ojitos, suben, bajan,
parpadean,
se
cierran las pupilas.
¡Un
ruido! te saca,
pero
el trance, puede más.
El
abuelo trabaja músculos
en
los brazos ahuecados
que
depositan sueños tuyos.
Morrongueas,
al final
te
desplomas en pequeños ronquidos.
Son
desplomes de guerras infantiles,
de
trancos atravesados,
de
repechos, bajadas
y de
felicidad sabida,
que
cumplo
mañana
y tarde,
con las galas con que
engalanas
mis horas, Sofía.
Un año
27-10-2005
Posees el alma blanca
con espíritu puro, cristalino.
con espíritu puro, cristalino.
Los
sollozos de tu año
armonizan
las piernas
entumecidas
de nosotros.
Sin detenernos, trotas en el caballito de la
alegría,
nos
descarrilamos en el tren de la felicidad
contigo
a cuesta.
Mientras
tu crisol de fuerzas,
interactúa
y nos embelesamos
de
dulzura al verte;
la burbuja de jabón de nuestras vidas,
levanta
vuelo, entre colores
y
soplos de oxígeno. . .
Por ello,
otro
día, más allá,
saldrán
nuevas letras.
Espera,
sólo un poco más. . .
Por
qué nunca olvidaré esta vida,
tú
leerás y escogerás y yo,
yo
todo te lo contaré
cuando
regrese. . .
Segundo Prologo
Sanamente, después que plegué esas letras sin conjugación
sobre los ondulantes renglones del cuaderno de poemas.
Aquí pretendo estirar las modorras de Sofía. De sus
inquietudes en derredor de su cuello, de sus zigzagueantes contorsiones
almibaradas de tardes, de mañanas y casi sin nochecitas.
Porque de nochecita, esas modorras ya desgastadas
podrían crear a partir de estos simples cuentos, la atmósfera para que disfrute
su sueño, que pica, pica y por detrás de papá y mamá, llega, deposita su
encanto, y la adormece sobre su cama.
Manuela, la
tortuga
18-4-2005
Dice Estela, la incondicional, la abuela. . .
-
Sabes, Manuela puso huevos. Cuatro.
-
Mira vos - Le dijo el abuelo
-
Sí - Afirmó Estela con satisfacción.
-
¿Cómo está ella.? ¿Va a ser mamá?
-
No, porque Manuela es soltera. Nunca se casó.
-
Entonces. . ., ¿Cómo qué puso huevos? -
Preguntó el abuelo
-
¡Ah, no sabes!! Las tortugas ponen huevos. Uno,
grande. . ., de tarde. Otro más grande. . ., a la mañana. ¡Y dos chicos. . ., a
los dos días!
-
¿Y dónde los colocó?
-
Bueno, los colocó. . ., con inteligencia en el
comedor, en el living. . . ¡Y en la cocina!
-
Te diste cuenta por su color.
-
Sí, ¿cómo adivinaste? Preguntó Estela.
-
Por qué
alguien muy picarón y más rápido que Manuela, me lo contó el otro día.
- ¿Quién?
Reiteró Estela.
-
Tú, qué como llovía y te habías mojado, las
gotas cristalinas, suaves, lavaron tus ideas y:
¡Te olvidaste! - Se reía el abuelo.
-
A Manuela no le sucede eso. ¿Viste?
-
¿Por qué?
-
Ella, con su paraguas, duro, no sólo no se
moja, sino que los días feos ni siquiera sale afuera. Me explicó Estela.
Cómo nos reímos los dos de Manuela ¡Tan viejita,
soltera y poniendo huevos. . .!
Algún día,
arribó Coco a nuestra Posada. Él, era una pelotita de carne y huesos.
Hoy mirando sus fotos anteriores, no creemos que sea
el mismo.
Pero lo es.
El mismo cimarrón - rothweiller.
-
Te acuerdas abuela. Coco, corría detrás de la
pelota, como “Spencer en Peñarol” o como
“Cococho Alvarez en Nacional” - Recordaba el abuelo.
-
¿Cómo quién? Decía Brenan, la futura mamá de
Sofía.
-
Cómo los de antes. Hará fuerza para ser jugador
- Afirmaba la abuela
-
Deberá ser de Nacional. Se escuchaba casi
susurrando y desde lejos a Alejandro. El futuro papá.
Pero después de algunos días en qué Coco viajaba de El
General a Colonia y otra vez a El General, empezó a crecer de tal manera que,
ya ni se conocía. Hoy día mide sesenta centímetros de altura y ochenta de
largo. ¡Qué hermoso ejemplar!
-
Alejandro, no olvides de darle de comer a Coco.
Decía Brenan desde su internación dentro de una cama del sanatorio en Colonia,
mientras esperaba a Sofía.
-
¡Coco, Coco! ¡Nació Sofía! - Gritábamos la
abuela y el abuelo, al llegar en el auto.
Mientras él, parecía intuirlo y nos empujaba, nos lamía por entre las
rejas y se devoraba su arroz con alimentos especiales en el fondo en la
cochera.
-
¡Hola coco! Te presento a tu hermana, Sofía.
¿Cuidaste bien la casita?- Preguntaba al arribo, Brenan junto a Alejandro y
Sofía.
Coco, como verdadero animal, extendió su lengua, lamió
la manito de Sofía. Luego se sentó, le
dio la mano a Alejandro, giró, brincó con un salto y una fuerza desmesurada,
tomó entre sus dientes la pelota
grande casi profesional, que alguna vez había sido del tío Gabino y la arrojó
lejos, sacudiendo brutalmente su cuello musculoso, emitía unos ladridos casi
con el rugió de un león; entonces. . .
-
¡Eh, si éste va a ser Pelé o Maradona - Decía
el tío Gabino
En ese momento, Sofía, como presintiendo, irguió su
cabeza, abrió los ojos, lo miró y siguió su sueño primaveral de dos meses. . .
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